jueves, 25 de abril de 2013

LA MANSIÓN EN LA COLINA IV PARTE...



IV Parte
Jean Michel se encontraba en la puerta a la hora prevista, lo invito a que entrase y se sentase en el salón. Ella preparo dos Martini blanco, llevándolo en una bandeja brindando por su aniversario. Pasaron al comedor. El ayudo a llevar parte de las cosas a la mesa; destapo la botella de vino y sirvió en las dos copas. No había en un principio mucho dialogo, parecía algo incomodo; pero Nathalie, se encontraba feliz de su aceptación de almorzar junto a ella. Almorzaron a gusto felicitándola por la comida y el vino; pasaron al bizcocho de arándanos junto a una copa de champan. Después salieron con el resto del champan detrás de la casa donde había un rincón a la sombra con una mesa y unos sillones de mimbre. Sentados cerca el uno del otro; quizá entre el vino y el champan se rompió el hielo entre los dos. Riéndose a carcajadas hablaron de sus jóvenes años; Jean Michel le pregunto si no estuvo nunca casada, al no ver ningún  anillo matrimonial se atrevió timidamente a preguntárselo, ella le dijo rotundamente que no había encontrado su media naranja. Con el semblante serio le comento que el después del drama en su casa, se puso en contacto con un tío que se encontraba en las “Antillas” francesas. Le explico lo ocurrido y a su gran sorpresa recibió un pasaje para aquel lugar; ese fue el motivo de no despedirse de ella; se marcho inmediatamente. Allá tenía una plantación de piñas, más otra de caña de azúcar para extraer para el ron e hizo fortuna. Su tío era un soltero sin escrúpulos, no tenia descendiente decidiéndole meterlo en sus negocios como socio. Se hicieron una enorme fortuna y él se caso con la hija de un francés de otra plantación cercana a la suya. Tuvieron un hijo, pero la mala suerte lo acechaba de nuevo. Su mujer junto a su hijo de tres años se mataron en un accidente de coche; ella iba borracha, ya que el matrimonio nunca funciono tal como lo deseaba. Se sentía culpable de ello; la tragedia de sus padres aun presente hizo que él se volcó más en su trabajo ganando dinero, olvidando su matrimonio. Ahora Nathalie comprendía esa mirada fría, distante. Cogiéndole sus manos ella intento darle ánimos; a su gran sorpresa se hecho en sus brazos llorando  desconsoladamente. Volvió al lugar de su infancia tratando  de  hacer frente a aquellos fantasmas que, le perseguían. Nathalie dulcemente le acaricio la cara, besándolo en su rostro hasta llegar a su boca. Nunca pudo olvidarlo y ese era el motivo de que ella nunca encontró el amor en otro hombre. El la beso con pasión, disculpándose por su trato rudo con ella. Tampoco el nunca pudo olvidarla, pensando que quizá a estas alturas estaría ya casada. Llego la noche y todavía seguían hablando; la mirada del había cambiado. Sus ojos color del mar encontraron la calma en los brazos de ella, se amaron toda la noche prometiéndose que nunca más vivirían separados. Al terminar el verano volvió a Paris, dando su dimisión volvió a la mansión de sus abuelos, segura que desde donde se encontraban bendecían su amor encontrado.        

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