Los padres somos los
modelos más importantes para que crezcan nuestros hijos. Nuestros hijos crecen
copiando sobre nuestro comportamiento. Algunos de nosotros y más en la época difícil
que nos toco, nuestros padres nunca expresaron sus sentimientos y, si se equivocaron
nunca hemos oído <<perdón>>A pesar que el respeto ante todo que teníamos,
tampoco hubiésemos hecho alguna reflexión en ese sentido. Hay que reconocer que
ellos también eran humanos y, podían equivocarse, por lo menos nuestra generación
la mayoría fue realmente así: resentíamos que no teníamos derecho a
expresarnos, aunque luego con el tiempo lo que nos pareció injusto, hoy lo apreciamos.
Ellos tenían una manera diferente de amarnos, no como a nosotros nos hubiese gustado; pero
cuando haces el punto final te das cuenta que lo demostraban de diferente
manera y, que ellos a su vez recibieron el mismo trato en sus familias. Eso es
una cadena, en la cual se va agrandando de generación en generación. Como
madre, claro que muchas veces me he equivocado. Aprendí con el tiempo siendo
honesta conmigo misma, si, aprendí a disculparme si en algún momento me pase de
la raya. Es verdad que, cuando se tiene hijos seguidos; que todo recae sobre
tus hombros, más tienes que trabajar fuera y dentro de la casa estresa. Con el
tiempo aprendí a relajarme; me gustaba y era mi mayor placer estar sentados en
la mesa comiendo y hablando de nuestros problemas cotidianos. Era el mejor
momento de la jornada y, debo de reconocer que en ese aspecto era bastante
tajante. Mis hijos una vez adolescentes no comprendían que, a tal hora tenían que
estar en la mesa, les hubiese gustado compartir más tiempo junto a los amigos. En
realidad aplicaba lo que me enseñaron. Mis padres disfrutaban cuando nos encontrábamos
reunidos en la mesa. Yo, después les daba carta blanca, libertad para salir. Es
verdad que nuestra vida en la campiña era muy tranquila y, no temía por lo que
hiciesen ya que era un pueblo encantador, a cambio ningún lugar a su alcance de
diversión. Ellos era jugar al futbol, montar en bicicleta o ir de pesca y
reunirse con los amigos en la plaza de la Iglesia; lugar de encuentro de la
juventud. El invierno cerca de la chimenea jugando al parchís, a las cartas y pasábamos tiempos
inolvidables. Menos mal que muchas cosas han cambiado; hoy los padres no son
tan estrictos, a cambio incluso algunos son demasiado permisivos con algunos jóvenes.
No tienen tiempo, están sumergidos en una serie de problemas, los niños
demasiado ocupados y hay que tomar el tiempo para mejorar las relaciones y
estrechar los lazos familiares. Es tan importante tomarse un tiempo junto a los
hijos y reservar tiempo para escucharles. Involucrarse en alguna actividad
con ellos ¡Dónde quedaron! las partidas de parchís, los juegos de sociedad etc. Lo
constato con mis nietos, o bien están pendientes en el ordenador, dándole al teléfono
móvil con los mensajes que, a veces les hablas y no escuchan, sin olvidar los
juegos violentos con la <<game boy>>etc. ¿Vamos? que hemos ganado
en muchas cosas, también creo que hemos perdido en otras.
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