viernes, 6 de abril de 2012

RECUERDOS DE MI INFANCIA ...IV PARTE

 Hoy  a cambio se olvidaron de mi existencia, los que nunca me fallaron, los amigos, tal satisfacción, tal son los recuerdos y el cariño, los de ayer y los de hoy. Y ahora paso a uno de los peores recuerdos entre muchos que me persiguió durante años. Había una viuda de guerra que estaba siempre borracha, una botella de vino en la mano deambulando por las calles, cuando no podía más se sentaba en el suelo dando la espalda a un muro casi derrumbado. Sus piernas sucias y sarnosas, en la cual se pegaban las moscas; yo la observaba asombrada, no tendría más de seis años. Unas veces se reía, otras lloraba; me contaba sus penas, incluso a veces me insultaba por observarla. Aquello me persiguió durante mucho tiempo; temiendo que algún día me ocurriese lo mismo. Me daba cuenta que el mundo adulto estaba cargado de dolor, incluso el de mi propia madre, creándome inseguridad, ansiedad e insomnio con tan corta; vivía junto a mi madre que padecía depresión junto a ideas suicidas, eso marco profundamente mi vida, siempre con temor de que algo le ocurriese. Dormía junto a ella y en el silencio de la noche escuchaba como lloraba, pidiéndole a Dios perdón por esas ideas; de hecho lo intento varias veces. Era una niña con grandes inquietudes, introvertida, solitaria, y ante toda esa enorme tristeza en mi alma, lo transmitía  mis ojos saltones. Vivíamos en un barrio bajo de Granada, donde se juntaban franquistas y familia de ex combatientes republicanos; era nuestro caso, miseria, hambrunas, más un régimen dictador. Los días de navidad junto a mi madre íbamos a caritas a comer, si quedaba sitio, había colas impresionantes.
El día de reyes en la  cual nunca tenía nada, pensaba que quizá era una niña mala, y por ese motivo los reyes nunca pasaban por casa. Empecé a sentirme culpable, pero nunca  lo comentaba a nadie. Mi madre la veía justo al anochecer, cuando llegaba agotada del trabajo, nunca le conté mis penas; iba a los escombros a llorar, incluso a veces me quedaba allí dormida, hasta que un día la vecina se asusto de no encontrarme y, finalmente  dio con mi paradero. Recuerdo mi admiración por las noches estrelladas y la luna llena; observándola, imaginaba que era un rostro, pero no me daba miedo, era admiración, incluso hoy día el universo me parece mágico. Cuándo había nubes  en el cielo, recostada en la pared, con mis ojos grandes abiertos imaginándome ver personajes o animales, era la forma de evadirme y hablaba sola. Para finalmente llegar al más bello  recuerdo, tierno y dulce, mi madre adorada… Oh madre, gracias por haberme dado la vida, cariño y protección. Gracias por tantas noches de desvelo cuando enfermaba, arrullándome con amor, cantándome unas nanas para aplacar mi temor. Por tantas cosas compartidas contigo madre,  mi gran amor. Por tu sonrisa, cuando te ofrecía una flor. Recuerdo sentada en el balcón admirando el esplendido atardecer, mis ojos saltones grandes abiertos esperando tu llegada al apercibirte por la calle Elvira corría a tu encuentro y me refugiaba en tu vestido negro, tú acariciabas mi pelo. El orgullo en tu mirada cuando me observabas discretamente, era una niña seria y aplicada. Aprendí tanto de la vida a tu lado. Inculcándome buenos principios, a ser educada, humilde, generosa, perdonar a quién te  dañó. El valor de la familia, el trabajo bien realizado. Las lagrimas resbalando por tus mejillas cuando adulta volé  en otros brazos, la felicidad por los nietos dados. Pasaron muchos años de una felicidad inmensa a tu lado, eras el bastón en el que me apoyaba…

No hay comentarios:

Publicar un comentario