I
PARTE
Nathalie Lafond, se dirigía en su coche hacia la casa de sus abuelos ya fallecidos
situado en un rincón de la “Bretaña francesa” La carretera estaba serpenteada y
llovía a mares. Era a principios del verano, pero con el calor de los días
pasados se desato una gran ventisca junto a la tormenta. Justo le había pillado
cuando tomo el sendero camino hasta la cumbre que, la llevaría hasta la
mansión. La mansión estaba situada cerca de un acantilado con unas vistas hacia
el mar impresionante. Antes de la tormenta Nathalie admiraba el bello paisaje
tan conocido y espectacular de aquel rincón francés. Se encontraba situado al
norte de la Bretaña y, estaba formado por un mosaico de campos, landas y
bosques. Más adelante un enclave que se antoja caprichoso, debido a la gran
cantidad de acantilados que decoraba el litoral; aquel lugar desprendía magia.
De un verdor y de una belleza espectacular con sus paisajes abruptos. Se encontraba
llena de entusiasmo, una intensa emoción la envolvió por volver por aquel
lugar, por la casa de sus abuelos
maternos que tantos recuerdos tiernos guardaba en la mente. Allí paso una gran
parte de su infancia junto a sus dos hermanos. Sus padres se divorciaron cuando
aún era una niña. Su padre; ingeniero de puentes y caminos pasaba largas
temporadas fuera de Bretaña, haciendo que la pareja se distanciara y terminarían
de esta forma. Su padre se volvió a
casar y como la mansión de los abuelos era muy grande se instalaron junto a
ellos. Era una mansión de tres pisos construida de piedra y con tres hectáreas de
campo, donde los arboles rosales abundaban junto a árboles frutales. El
jardinero de sus abuelos lo cuidaba con cariño y esmero. De vez en cuando
durante su ausencia del pueblo. François un hombre ya jubilado que vivía una casa más
abajo cuidaba del jardin; Nathalie le pagaba por mantener el jardín intacto.
Desde la terraza la mirada se evade hacia el litoral recortado y, sobre una
alfombra de islas Plougrescant; todo un monumento patrio hecho por la
naturaleza. Su madre entro en una profunda depresión a raíz del divorcio; los
abuelos se hicieron cargo de ella y sus dos hermanos. Estudio en “Brest” magisterio; tenía muy claro que lo suyo era la
enseñanza. Saco excelentes notas y se dispuso a pasar las oposiciones tocándole
un puesto de enseñanza en Paris. La ciudad de Paris la fascinaba y ella deseaba
su total independencia económica, como la personal. Su madre no salía de su
apatía, tampoco puso empeño en ello. Le concedieron una plaza en un instituto en
la periferia norte de Paris, los fines de semana se acercaba hasta su Bretaña
natal. Su coche de segunda mano, un
Peugeot 207 comprado a crédito a pesar de la protesta de su madre. Los abuelos
habían dejado una enorme fortuna y su madre deseaba darle los caprichos
necesarios. Nathalie tenía claro cuáles
eran sus metas; quería demostrar que podía valerse por sí misma. A primera
vista Nathalie parecía un ser frágil; en eso se parecía a su abuela de origen británico.
Eran idénticas; menuditas con ojos azules y el pelo ondulado de color
pelirrojo, unas pecas en el rostro le daban un aire angelical. Su piel blanca y
sedosa, su tono de voz dulce y a la vez firme. Lo necesitaba, ya que el
instituto que ejercía en Paris se encontraba en un barrio conflictivo, debido a
las bandas formadas por jóvenes franceses de familias desechas por los
maltratos familiares y el alcohol; del otro lado jóvenes de color y razas
diferentes, los enfrentamientos eran continuos. Nathalie fue contundente con
ellos; no iba a tolerar el incivismo de algunos, la intolerancia y la violencia
gratuita; ganándose el respeto de los profesores y alumnos. No comprendía como
esos jóvenes podían odiarse de esa manera; ella detestaba la violencia fuese
cual fuese el motivo. Terminado el año escolar y llegando el verano; preparo su
coche rumbo a Bretaña. Ropa de verano más alguna chaqueta de lana; las noches
eran bastante frías debido a la cercanía
del mar y a la altura donde se encontraba la mansión. Otros años alquilaba el
resto de habitaciones a profesores o amigos; luego en el comedor se reunían
para comer, charlar alrededor de la chimenea con una copa de vino. Este año no
lo hizo; deseaba encontrarse sola para escribir una novela basada en la
historia real de sus abuelos.
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