Estos días atrás
hemos tenido un tiempo primaveral. Las mañanas fresquitas, pero según iban pasando
las horas el sol recobraba más calor, hasta tal punto que sobraba parte de la
ropa. En la playa se divisan los primeros bañistas a pesar de que el agua está
todavía fría, pero al sol se está de cine. En esta época del año con mi cámara en
mano voy por los parques de la ciudad fotografiando aquí y allá. Las flores
primaverales, los cerezos japoneses en flor etc. Me acerque a un parque cerca
de casa y me adentre dentro para descansar en un banco al sol. En este parque
hay un pequeño estanque con peces de colores para las delicias de los niños; también
algunas tortugas y ranas. Estaba perdida en mis pensamientos y el croar de una
rana me hizo esbozar una sonrisa, recordando muchos años atrás un hecho inédito
y sorprendente. Como muchos saben pase más de 30 años en una hermosa campiña en
Francia. No hacía mucho tiempo que nos habíamos mudado de casa. En un barrio
cerca del bosque se construyeron algunas casas individuales. La nuestra estaba
compuesta por el sótano con garaje, arriba la vivienda. Era un verano caluroso
y, yo me encontraba en la cocina recogiendo los tarros de cristal que había esterilizado
con hortalizas del huerto. Las metí en un cesto y baje las escaleras que conducían
al garaje: ya una vez en el garaje me dirijo hacia la bodega.¡La bodega era mi
orgullo!, en las estanterías se encontraban en fila las conservas que había adelantado
para el invierno; alubias, guisantes, espárragos, frutas en almíbar y un sinfín
de cosas más. Cierro la puerta de la bodega y me percato que mis hijos habían dejado
en el garaje las bicicletas en medio, balones, juguetes. Siempre lo recogían, pero
se fueron a la piscina dejando todo patas arriba. Recojo todo y decido barrer y
fregar el suelo. Abro la puerta del garaje para ventilarlo, para sacar el coche había una pequeña cuesta hacia arriba, y bajo
la cuesta unas rejillas junto a una alcantarilla; de esta forma los días de
lluvia resbalaba el agua hasta la alcantarilla y no entraba en el garaje. Una
vez que termino de barrer preparo un cubo con agua y jabón; empiezo por las
escaleras que bajaban al sótano, para después fregar el suelo del garaje y
demás piezas. Ya terminado decido tirar el agua por las rejillas. Apenas había vaciado
el cubo que oigo glu, glu… a mi gran sorpresa sale de la alcantarilla un enorme
sapo grande como la palma de mi mano: los ojos parecían salir de las orbitas ¿Qué
cosa más fea? veía con estupor como la
espuma del agua con jabón salía de su boca haciendo burbujas, ¿solté el cubo
del susto?, pero él ni se inmutaba mirándome fijamente y yo atónita. Ahora comprendía
el porqué mi gata>>titi>> se empeñaba tanto con su patita en
alcanzar algo que yo no veía. El entonces marido nos dijo de no hacerle daño,
en la huerta se comería los insectos. Efectivamente, al atardecer iba a recoger
la ropa y de vez en cuando lo veía entre las hortalizas, sacaba la lengua para
comerse los insectos. Estuvo varios años en nuestro jardín, nunca sabremos de
donde y porque en nuestra casa. Hace dos días al oír el croar de la rana recordé
aquella anécdota sonriendo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario