martes, 26 de marzo de 2013

UNA ANÉCDOTA GRACIOSA...



Estos días atrás hemos tenido un tiempo primaveral. Las mañanas fresquitas, pero según iban pasando las horas el sol recobraba más calor, hasta tal punto que sobraba parte de la ropa. En la playa se divisan los primeros bañistas a pesar de que el agua está todavía fría, pero al sol se está de cine. En esta época del año con mi cámara en mano voy por los parques de la ciudad fotografiando aquí y allá. Las flores primaverales, los cerezos japoneses en flor etc. Me acerque a un parque cerca de casa y me adentre dentro para descansar en un banco al sol. En este parque hay un pequeño estanque con peces de colores para las delicias de los niños; también algunas tortugas y ranas. Estaba perdida en mis pensamientos y el croar de una rana me hizo esbozar una sonrisa, recordando muchos años atrás un hecho inédito y sorprendente. Como muchos saben pase más de 30 años en una hermosa campiña en Francia. No hacía mucho tiempo que nos habíamos mudado de casa. En un barrio cerca del bosque se construyeron algunas casas individuales. La nuestra estaba compuesta por el sótano con garaje, arriba la vivienda. Era un verano caluroso y, yo me encontraba en la cocina recogiendo los tarros de cristal que había esterilizado con hortalizas del huerto. Las metí en un cesto y baje las escaleras que conducían al garaje: ya una vez en el garaje me dirijo hacia la bodega.¡La bodega era mi orgullo!, en las estanterías se encontraban en fila las conservas que había adelantado para el invierno; alubias, guisantes, espárragos, frutas en almíbar y un sinfín de cosas más. Cierro la puerta de la bodega y me percato que mis hijos habían dejado en el garaje las bicicletas en medio, balones, juguetes. Siempre lo recogían, pero se fueron a la piscina dejando todo patas arriba. Recojo todo y decido barrer y fregar el suelo. Abro la puerta del garaje para ventilarlo, para  sacar el coche había una pequeña cuesta hacia arriba, y bajo la cuesta unas rejillas junto a una alcantarilla; de esta forma los días de lluvia resbalaba el agua hasta la alcantarilla y no entraba en el garaje. Una vez que termino de barrer preparo un cubo con agua y jabón; empiezo por las escaleras que bajaban al sótano, para después fregar el suelo del garaje y demás piezas. Ya terminado decido tirar el agua por las rejillas. Apenas había vaciado el cubo que oigo glu, glu… a mi gran sorpresa sale de la alcantarilla un enorme sapo grande como la palma de mi mano: los ojos parecían salir de las orbitas ¿Qué cosa más fea? veía con estupor como la espuma del agua con jabón salía de su boca haciendo burbujas, ¿solté el cubo del susto?, pero él ni se inmutaba mirándome fijamente y yo atónita. Ahora comprendía el porqué mi gata>>titi>> se empeñaba tanto con su patita en alcanzar algo que yo no veía. El entonces marido nos dijo de no hacerle daño, en la huerta se comería los insectos. Efectivamente, al atardecer iba a recoger la ropa y de vez en cuando lo veía entre las hortalizas, sacaba la lengua para comerse los insectos. Estuvo varios años en nuestro jardín, nunca sabremos de donde y porque en nuestra casa. Hace dos días al oír el croar de la rana recordé aquella anécdota sonriendo.  

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