Prosigo con más anécdotas
que hoy me hacen sonreír. Cuando llegue a Francia me deslumbro la belleza de
aquel hermoso lugar. Llegaba de la ciudad y las cosas del campo eran para mi nuevas. La verdad era un lugar de ensueño que, después con el tiempo se volvió casi
una pesadilla para una servidora ¿Por qué razón pensaran ustedes? Por la
sencilla razón que tuve que enfrentarme a las picaduras de cualquier insecto
que pasaba a mi alrededor. No sé, porque razón acudían todos a picarme y a cada
picadura tenía que avisar al médico; si bien, que a cada vez que le avisaba sabía
la razón… ¿picadura de insectos? Me decía irónico encima. Vamos, que aquella
hermosa campiña era para una servidora la selva tropical por aquel entonces. ¿Que
les voy a contar si, llegaba de la ciudad? Pero no se lo pierdan que a cada
picadura, por detrás caía una inyección de cortisona al canto… esto es real, no crea que son cuentos y durante
años hice la guerra con insecticidas
contra esos inocentes insectos, los temía, los odiaba vamos. Nos encontrábamos en
algún lugar tomando algo y plan, venían directos como flechas hacia mi; los demás
se reían diciéndome que era sangre nueva por ser de la ciudad. Fíjense hasta que punto tenían mala leche (con
perdón) me picaban incluso a través de los pantalones puestos. Anteriormente jamás usaba
pantalones, fue llegar al campo y viendo el panorama me impuse pantalones; así
durante muchos años. Sí, claro era la verde campiña, las flores, los árboles
frutales en abundancia y todo lo demás: todo eso muy hermoso de acuerdo... Salíamos
a pasear y plan, no me libraba nunca un mosquito se dirigía a toda velocidad
hacia mí. Iba al mercado a comprar fruta; apenas me servía de una y plan, una
avispa me picaba. Era tremendo como esos pequeños voladores se ensañaban
conmigo, para luego ver la picadura como cobraba volumen en tamaño superior:
incluso una de las veces tuve que sacarme la alianza a toda prisa, viendo el
volumen de mí dedo anular. Una vez junto
a los hijos decidimos ir a un parque zoológico a unos cuantos kilómetros. Había
toda clase de animales salvajes y, los niños lo disfrutaron a lo grande. Apenas
habíamos llegado, nos encontrábamos delante de los elefantes y plan, algo que
me pica el tobillo. Observo el tobillo y no veía nada: proseguimos viendo las
demás fieras y una vez terminado nos vamos para casa felices. Cenamos y prontito
a la cama; en la noche siento la piel de mi pierna derecha tirante, pero sigo
durmiendo. ¿Dios? al poner el pie en el suelo, veo mi pierna desde el tobillo
hasta la rodilla negra e hinchada. Acudo a urgencias, el médico que me examina me
pregunta que hice el día anterior: le cuento lo del zoológico y mira con lupa
mi tobillo. Me indica que ve una picadura de araña en el lugar donde yo sentí
el picotazo; me pone una inyección y me explica. Lo más probable es que la
araña en cuestión estaba infectada por las materias fecales de los animales, me
pico y soltó el veneno en mi tobillo. Pase unos días verdaderamente asustada;
hasta que muchos años después dejaron de atacarme. Seguramente ya no había gran
cosa para chupar después de tantísimas picaduras; ¿o quizá estaba ya inmunizada
a ellos?
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