miércoles, 27 de marzo de 2013

LOS MOSQUITOS Y UNA SERVIDORA...

Prosigo con más anécdotas que hoy me hacen sonreír. Cuando llegue a Francia me deslumbro la belleza de aquel hermoso lugar. Llegaba de la ciudad y las cosas del campo eran para mi nuevas. La verdad era un lugar de ensueño que, después con el tiempo se volvió casi una pesadilla para una servidora ¿Por qué razón pensaran ustedes? Por la sencilla razón que tuve que enfrentarme a las picaduras de cualquier insecto que pasaba a mi alrededor. No sé, porque razón acudían todos a picarme y a cada picadura tenía que avisar al médico; si bien, que a cada vez que le avisaba sabía la razón… ¿picadura de insectos? Me decía irónico encima. Vamos, que aquella hermosa campiña era para una servidora la selva tropical por aquel entonces. ¿Que les voy a contar si, llegaba de la ciudad? Pero no se lo pierdan que a cada picadura, por detrás caía una inyección de cortisona al canto…  esto es real, no crea que son cuentos y durante años hice la guerra con  insecticidas contra esos inocentes insectos, los temía, los odiaba vamos. Nos encontrábamos en algún lugar tomando algo y plan, venían directos como flechas hacia mi; los demás se reían diciéndome que era sangre nueva por ser de la ciudad.  Fíjense hasta que punto tenían mala leche (con perdón) me picaban incluso a través de los  pantalones puestos. Anteriormente jamás usaba pantalones, fue llegar al campo y viendo el panorama me impuse pantalones; así durante muchos años. Sí, claro era la verde campiña, las flores, los árboles frutales en abundancia y todo lo demás: todo eso muy hermoso de acuerdo... Salíamos a pasear y plan, no me libraba nunca un mosquito se dirigía a toda velocidad hacia mí. Iba al mercado a comprar fruta; apenas me servía de una y plan, una avispa me picaba. Era tremendo como esos pequeños voladores se ensañaban conmigo, para luego ver la picadura como cobraba volumen en tamaño superior: incluso una de las veces tuve que sacarme la alianza a toda prisa, viendo el volumen de mí dedo anular. Una vez  junto a los hijos decidimos ir a un parque zoológico a unos cuantos kilómetros. Había toda clase de animales salvajes y, los niños lo disfrutaron a lo grande. Apenas habíamos llegado, nos encontrábamos delante de los elefantes y plan, algo que me pica el tobillo. Observo el tobillo y no veía nada: proseguimos viendo las demás fieras y una vez terminado nos vamos para casa felices. Cenamos y prontito a la cama; en la noche siento la piel de mi pierna derecha tirante, pero sigo durmiendo. ¿Dios? al poner el pie en el suelo, veo mi pierna desde el tobillo hasta la rodilla negra e hinchada. Acudo a urgencias, el médico que me examina me pregunta que hice el día anterior: le cuento lo del zoológico y mira con lupa mi tobillo. Me indica que ve una picadura de araña en el lugar donde yo sentí el picotazo; me pone una inyección y me explica. Lo más probable es que la araña en cuestión estaba infectada por las materias fecales de los animales, me pico y soltó el veneno en mi tobillo. Pase unos días verdaderamente asustada; hasta que muchos años después dejaron de atacarme. Seguramente ya no había gran cosa para chupar después de tantísimas picaduras; ¿o quizá estaba ya inmunizada a ellos?

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