Hoy,
reflexiono sobre mi vida pasada. Hago una pequeña pausa, pensando y analizando
lo que condiciono mi vida. Empiezo por el amor, estaba tan convencida que al
enamorarme, al casarme mi vida estaba resuelta. Siempre fui una eterna
romántica: me encantaba y, me sigue gustando recibir rosas, una cena con velas,
en la alcoba velas perfumadas
encendidas, y sobre la cama pétalos de flores. Era una muchacha ingenua,
inocente y pensaba que al casarme seria coser y cantar. Me convencía a mi misma
que mis sueños se harían realidad. Me case y estaba segura que los hijos me
aportarían todo. Me dieron tanta felicidad, como angustias: mi madre me decía
que los hijos son un constante parto, aquello no lo podía creer. Ahora
reconozco que tenía razón. ¡Nació mi primer hijo, seguido de otros dos varones!:
de pequeños, pequeños problemas y eso que los adoraba. El hijo mayor asmático,
el pequeño con eczema por todo el cuerpo, debido a las alergias alimenticias. Pronto
llegaron las pequeñas frustraciones, deseando que los hijos creciesen, que
saliesen de esos momentos en los cuales me sentía impotente al verlos enfermar.
Decidí dejar mi vida de lado y volcarme en ellos, mi matrimonio se resintió.
Debo decirles que nos casamos en contra de la voluntad de nuestros padres, lo trágico
de esta historia es, que después mis padres no insistieron más, al contrario
que la familia política. Para ellos era una extranjera que, no aportaba nada
material al matrimonio. Ellos de clase media alta, eran comerciantes, es decir tenían
una empresa de materiales de construcción, más terrenos heredados por sus
padres, abuelos etc. Su madre nunca me acepto y, lo único que esperaba era
nuestra separación. En vida no lo consiguió, a pesar que termine con mi
matrimonio, su alcoholismo, chantaje, maltrato término minando nuestra historia.
En realidad nuestra historia nunca funciono, inmaduro, inseguro y con celos
enfermizos. Hoy, pienso que me volqué en mis hijos, debido a mi carencia
afectiva en mi relación de pareja. Pasan los años y llegan a la adolescencia,
nueva frustración: pensaba que una vez pasada esta etapa, las cosas
funcionarían mejor. Y, puedo sin ninguna duda decir, que ellos fueron mi
pasión. Dos de ellos, eran rebeldes, en contra de la sociedad, la familia etc.
Sus primeros amores, hacia lo que fuese para ser agradable con todos, eso
provocaba un desgaste tremendo en mi matrimonio, los celos eran más que
evidentes, provocando problemas en mi
salud. Pensaba en aquella época ser indispensable y, no era consciente hasta
que punto todo dependía de mí. Estaba envuelta en ansiedades
y tensiones ajenas, era bastante perfeccionista y, todo recaía sobre mis
hombros: viendo al mismo tiempo como mis hombros se encorvaban hacia adelante
del peso de los problemas. Hasta que un día reflexione, comprendiendo que junto
mi familia no era yo. En efecto, componían mi mundo, pero en realidad no era mi
propia identidad, mi verdadero yo. Empecé a darme cuenta mi equivocación: antes
pensaba que tal vez mi vida estaría más completa cargando con todo, gran error.
Todos los obstáculos, era mi propia vida, siempre tenía que resolver antes lo de
los demás, antes que la mía. Fue entonces cuando aprendí a decir basta, a la
gran sorpresa de todos. Tome el toro por los cuernos, decidí separarme y, tomar
un rumbo desde cero. Pensaba que, mis hijos me apoyarían moralmente: ellos
casados y padres a la vez. Constato con estupefacción que, a raíz de separarme
se olvidan de que tienen una madre. Nunca di de mi persona, esperando a cambio
algo después. Pero pasaron ocho años sin saber nada de ellos, salvo con los
nietos, comunicándome a través de internet. He llorado hasta no quedar una sola
lagrima, no comprendía la razón… o si, más bien no deseaba aceptar lo evidente.
Al separarme el juez condena a mi ex marido a pasarme 400 euros en pensión
compensatoria que, nunca el pago. Mis hijos, me pidieron una fotocopia del
juicio: había una clausula en la cual decía “en caso de impago, es obligación de
los hijos de mantener a la madre” comprenden? Este verano mi segundo hijo me
llama llorando, se divorciaba de su mujer. Un día lo invito a comer con sus
mellizos… ¿ocho años habían pasado que no había visto a los nietos? ¿Ocho años
que mi hijo me había ignorado? Al llegar a casa, vi su incomodidad, el malestar
en la mirada: comentándome después ser consciente del daño que me había causado,
echando la culpa a su ex mujer; qué facil excusa?. No contesté nada, bastantes lagrimas mis ojos habían
derramado. Después de reflexionar y analizar mi vida, constato que una tiene
que vivir el presente, el ahora. He dejado de sentirme culpable por algo que
nunca entenderé. Hoy, descubro el placer de descubrir nuevas cosas, nuevos
horizontes. Ya, no me atormento con cosas del pasado: Nunca dejo una ocasión de
divertirme, viajando, o simplemente paseando por los bosques. Tengo a personas
a mi alrededor que me quieren, puedo contar siempre con ellas. Y, nunca olvido
lo que yo pienso que son mis aliados, la sinceridad sobre todo, la justicia, mi
intuición instintiva y, sobre todo he recuperado la fe en los seres que me
rodean. Amando como si nunca me hubieran herido y, sobre todo nunca más creerme
que soy indispensable y que nada depende de mí, como antaño…
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