martes, 15 de enero de 2013

TODA UNA VIDA...

Hoy, reflexiono sobre mi vida pasada. Hago una pequeña pausa, pensando y analizando lo que condiciono mi vida. Empiezo por el amor, estaba tan convencida que al enamorarme, al casarme mi vida estaba resuelta. Siempre fui una eterna romántica: me encantaba y, me sigue gustando recibir rosas, una cena con velas, en la alcoba  velas perfumadas encendidas, y sobre la cama pétalos de flores. Era una muchacha ingenua, inocente y pensaba que al casarme seria coser y cantar. Me convencía a mi misma que mis sueños se harían realidad. Me case y estaba segura que los hijos me aportarían todo. Me dieron tanta felicidad, como angustias: mi madre me decía que los hijos son un constante parto, aquello no lo podía creer. Ahora reconozco que tenía razón. ¡Nació mi primer hijo, seguido de otros dos varones!: de pequeños, pequeños problemas y eso que los adoraba. El hijo mayor asmático, el pequeño con eczema por todo el cuerpo, debido a las alergias alimenticias. Pronto llegaron las pequeñas frustraciones, deseando que los hijos creciesen, que saliesen de esos momentos en los cuales me sentía impotente al verlos enfermar. Decidí dejar mi vida de lado y volcarme en ellos, mi matrimonio se resintió. Debo decirles que nos casamos en contra de la voluntad de nuestros padres, lo trágico de esta historia es, que después mis padres no insistieron más, al contrario que la familia política. Para ellos era una extranjera que, no aportaba nada material al matrimonio. Ellos de clase media alta, eran comerciantes, es decir tenían una empresa de materiales de construcción, más terrenos heredados por sus padres, abuelos etc. Su madre nunca me acepto y, lo único que esperaba era nuestra separación. En vida no lo consiguió, a pesar que termine con mi matrimonio, su alcoholismo, chantaje, maltrato término minando nuestra historia. En realidad nuestra historia nunca funciono, inmaduro, inseguro y con celos enfermizos. Hoy, pienso que me volqué en mis hijos, debido a mi carencia afectiva en mi relación de pareja. Pasan los años y llegan a la adolescencia, nueva frustración: pensaba que una vez pasada esta etapa, las cosas funcionarían mejor. Y, puedo sin ninguna duda decir, que ellos fueron mi pasión. Dos de ellos, eran rebeldes, en contra de la sociedad, la familia etc. Sus primeros amores, hacia lo que fuese para ser agradable con todos, eso provocaba un desgaste tremendo en mi matrimonio, los celos eran más que evidentes,  provocando problemas en mi salud. Pensaba en aquella época ser indispensable y, no era consciente hasta que punto  todo  dependía de mí. Estaba envuelta en ansiedades y tensiones ajenas, era bastante perfeccionista y, todo recaía sobre mis hombros: viendo al mismo tiempo como mis hombros se encorvaban hacia adelante del peso de los problemas. Hasta que un día reflexione, comprendiendo que junto mi familia no era yo. En efecto, componían mi mundo, pero en realidad no era mi propia identidad, mi verdadero yo. Empecé a darme cuenta mi equivocación: antes pensaba que tal vez mi vida estaría más completa cargando con todo, gran error. Todos los obstáculos, era mi propia vida, siempre tenía que resolver antes lo de los demás, antes que la mía. Fue entonces cuando aprendí a decir basta, a la gran sorpresa de todos. Tome el toro por los cuernos, decidí separarme y, tomar un rumbo desde cero. Pensaba que, mis hijos me apoyarían moralmente: ellos casados y padres a la vez. Constato con estupefacción que, a raíz de separarme se olvidan de que tienen una madre. Nunca di de mi persona, esperando a cambio algo después. Pero pasaron ocho años sin saber nada de ellos, salvo con los nietos, comunicándome a través de internet. He llorado hasta no quedar una sola lagrima, no comprendía la razón… o si, más bien no deseaba aceptar lo evidente. Al separarme el juez condena a mi ex marido a pasarme 400 euros en pensión compensatoria que, nunca el pago. Mis hijos, me pidieron una fotocopia del juicio: había una clausula en la cual decía “en caso de impago, es obligación de los hijos de mantener a la madre” comprenden? Este verano mi segundo hijo me llama llorando, se divorciaba de su mujer. Un día lo invito a comer con sus mellizos… ¿ocho años habían pasado que no había visto a los nietos? ¿Ocho años que mi hijo me había ignorado? Al llegar a casa, vi su incomodidad, el malestar en la mirada: comentándome después ser consciente del daño que me había causado, echando la culpa a su ex mujer; qué facil excusa?. No contesté nada, bastantes lagrimas mis ojos habían derramado. Después de reflexionar y analizar mi vida, constato que una tiene que vivir el presente, el ahora. He dejado de sentirme culpable por algo que nunca entenderé. Hoy, descubro el placer de descubrir nuevas cosas, nuevos horizontes. Ya, no me atormento con cosas del pasado: Nunca dejo una ocasión de divertirme, viajando, o simplemente paseando por los bosques. Tengo a personas a mi alrededor que me quieren, puedo contar siempre con ellas. Y, nunca olvido lo que yo pienso que son mis aliados, la sinceridad sobre todo, la justicia, mi intuición instintiva y, sobre todo he recuperado la fe en los seres que me rodean. Amando como si nunca me hubieran herido y, sobre todo nunca más creerme que soy indispensable y que nada depende de mí, como antaño…

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