Cuando mis dos hijos mayores
llegaron a la mayoría de edad; con el dinero que habían trabajado en el campo
recogiendo verduras, se compraron una moto cada uno. Como pueden imaginarse el
pequeño, entonces con 14 años, también quería una. Se me ocurrió darle mi “
Mobylette”, poco le falto para ir a molestar al cura. Subía y bajaba las
escaleras que subían a la iglesia. A todo esto yo ignorándolo; recibo una
llamada del cura contándome la anécdota todo enfadado. Fui a buscarlo en coche,
toda una rimbómbela de niños partiéndose de risa con la hazaña de mi hijo.
Cuando me vio, se le cambio la cara; cogió la mobylette y, para casa: se pueden
imaginar la bronca seguido del castigo. La pobre mobylette, de subir y bajar se
le había soltado varios tornillos, ¿vamos que la dejo que ni les cuento? Mientras
los dos mayores tenían novias; los domingos en casa era la fiesta y, yo me sentía
tan a gusto con sus novias. Ellas al irse se les empañaban los ojos, me decían lo
abierta que era, lo bien que lo pasaban junto a la familia. El mayor al cabo
del tiempo fue papá, una servidora con 40 años. Nació una niña preciosa; por
desgracia la relación se rompió, para mi gran tristeza. El segundo tampoco duro
el amor de su adolescencia; pero debo decir que fueron años maravillosos cerca
de ellos. Hoy día casados y a su vez con hijos; como el tiempo ha transcurrido
tan rápidamente. El tercero, el más inquieto y trasto, se caso y cambio a
mejor. Ahora sigue igual de hiperactivo y, su hija de 14 años está siguiendo
sus pasos…
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