Cuando
por primera vez te vi y nuestras miradas se entrecruzaron. Una sensación de
bienestar me invadió, era como si nos conociéramos de siempre. Al escuchar el
sonido de tu risa alegre mi cuerpo se estremeció. No estaba soñando y tus
palabras provocaban mil sensaciones que, me transportaban al mismo cielo.
Deseaba besar esos labios rojos y tu mirada provocaba el deseo, sintiendo
mariposas revoloteando en mí estomago. No podía dejar de pensar en ello y, en esas sensaciones
extrañas que hasta entonces desconocía. Con una copa en la mano brindaste por mí,
diciéndome ser la más hermosa. Después entre tus brazos, compartimos tantas
noches de pasión loca. Al anochecer admirábamos el cielo, buscando la estrella
más brillante. Tú eras para mí esa estrella, viéndolo en tu mirada profunda. Al amanecer invitándome de nuevo hacia un
viaje de ensueño. Tus besos recorrían por mi cuerpo en un canto de alegría. Yo,
los buscaba temblando de emoción, prodigándote todo mi amor. Las mil caricias
compartidas, los tórridos veranos de pasión y tantas noches cálidas de invierno,
sintiendo que eras lo más hermoso que me había ocurrido. Qué bello era el amor,
cuando piensas que es sincero, dos seres
amando al unisón. Pero una mañana desperté, tú ya no estabas. Dejándome una
carta de despedida sobre la almohada, golpeando de pronto mi alma herida. Cada
noche despertaba casi en agonía, la cama estaba fría y los recuerdos filtraban sin
querer. No podía olvidarte, llorando el corazón partido. Pasaron los años sin
tu presencia, pero que difícil fue olvidar algo que por mi parte fue sincero. Hubo un tiempo doloroso por aquella traición,
nunca comprendí la razón. Pero el tiempo lo cura todo y se desvanecen las heridas.
Ahora de nuevo miro el cielo, otra estrella brilla junto a mí, un nuevo amor,
un nuevo renacer…
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