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playa de Ondarreta |
En este principio de
octubre, nos encontramos con el verano de (San Miguel) Con una temperatura de
30 grados; algo increíble para esta época aquí en el norte. Viernes playa, no
me lo puedo creer. El agua del mar apenas se ha enfriado y, junto a mi amiga
nos tomamos un baño que resulto ser una delicia. Al ser temporada baja, la
playa casi vacía; había personas de nuestra edad y, gente joven. Decidimos
darnos un paseo por la orilla, el agua golpeando los tobillos y, salpicándonos a
veces hasta media cintura. El cielo de un azul intenso, la mar del mismo
color: El espectáculo... una belleza increíble. Rodeada la playa por las
montañas, divisamos los colores de los arboles cercanos, están cambiando las
hojas y, nosotras en medio de la playa fotografiando el paisaje que se
presentaba ante nosotras. Parecía que, estábamos todavía de vacaciones, en
realidad casi; las dos somos jubiladas y, sabemos aprovechar todos los momentos
buenos. Todo transcurrió como un sueño y, como seres de costumbres, fuimos al
atardecer al bar Juantxo en el casco viejo. La temperatura a las ocho de la
tarde 26 grados. Nos sentamos en la terraza del bar abarrotado de gente, túvimos que esperar que alguna de las mesas quedara libre. Pedimos dos bocadillos
de tortilla de patatas junto a una caña, aquello estaba delicioso: debo
decirles que es el mejor lugar para muchos donostiarras comer un bocadillo en este lugar, sea de
calamares fritos, de lomo con pimientos etc.…Decidiendo después de un largo
tiempo levantarnos e, ir cada una a su casa. En el autobús que me llevaba a
casa, pasa por la bahía de la Concha. El cielo estaba precioso, un atardecer esplendido de colores, rosado, rojo, amarillo…Al ir en autobús no podía tomar una instantánea
de semejante belleza; otra vez seria. Quedamos para el sábado, con intención
de volver a la playa y, comer allí. Amaneció con un sol radiante, pero según pasaba
las horas el cielo se nublo.
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Por el monte |
Quedamos para la primera hora de la tarde y, subir
al monte (Urgul ) .Subimos andando, hacía calor y, en nuestras mochilas había agua.
Dios, que paisaje ante nosotras: subimos hasta el museo donde desde arriba domina una
estatua gigante del Sagrado Corazón; visitamos el museo , para después un poco
más abajo, en un pequeño rincón bajando unas escaleras donde, había un bar
pequeño. Desde allí divisamos la playa, el puerto, las montañas, tomando
fotos de aquel lugar. Sentadas de nuevo con una caña fresca y, al ritmo de Bob
Marley pasamos una tarde maravillosa. Que más podemos pedir a la vida, con esta
ciudad encantadora. Bajamos despacio la cuesta y, de nuevo al casco viejo ¡Donde...se lo imaginan ? donde en el bar Juantxo, allí habíamos quedado con la sobrina de mi amiga;
una chica encantadora, risueña, cariñosa y, de nuevo a comer . De pronto empezó
a llover y, cada cual regreso a su casa. Regresaba feliz, risueña, relajada, hay,
pero que bien se vive jubilada; yo que siempre he vivido acelerada, nunca pensé
que podría de esta forma adaptarme a mi nueva situación: Disfruto de la vida
como nunca lo había disfrutado y, ya lo ven... con estas sencillas cosas…
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Un brindis |
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