lunes, 10 de septiembre de 2012

UN DIA DE PLAYA EN DONOSTIA...

Paya de Ondarreta



Sábado; el día amaneció brumoso. Según iba abriéndose la mañana el sol se abría paso entre la bruma, para quedar un final del mediodía esplendido. Me pongo en contacto con mi amiga por teléfono, decidiendo irnos a la playa con nuestros bártulos y un bocadillo. Al llegar un beso de bienvenida y allá que bajamos a la playa de Ondarreta, cerca de donde yo vivo. Preparamos la esterilla y una toalla por encima y, ale como los lagartos al sol. El cielo termino poniéndose azul , la mar serena , ideal para pasar un día relajadas en playa .La noche anterior había dormido muy mal, las cervicales me impedían dormir; en la playa ya el sol calentaba y sentía como el dolor iba desapareciendo. Entre el sol y los chapuzones desapareció totalmente; hice ejercicios en el agua como me lo había indicado una fisioterapeuta. Después de comernos el bocadillo, una siesta al sol; sentíamos el calor en nuestras espaldas y nos hizo mucho bien, escuchando el vaivén de las olas creíamos estar en el mismo Edén.  Decidimos andar por la orilla un poco más tarde; con sombrero y gafas,  por la luz solar parecíamos dos turistas. Según íbamos por la orilla, las olas golpeaban nuestros tobillos, respirando el aire de la brisa del mar, con olor al salitre. Las algas  nos hacían cosquillas en los pies al romper las olas. Qué hermoso día; nuestra alegría era inmensa; era como si continuásemos todavía de vacaciones, relajadas que, cuando llego la hora de irnos, no deseábamos que el día acabase. De un común acuerdo fuimos a comer un bocadillo de tortilla de patata junto con una cerveza, estaba exquisita. El aire, el baño y el paseo nos habían abierto el apetito. La tarde empezaba a caer, el sol ya pronto se recogería; por suerte llevaba la cámara de fotos y, en la playa de la Zurriola… vimos el magnífico atardecer. Dios que belleza, quedando extasiadas como dos niñas que descubren algo inaudito. Una vez terminado, cada cual a su casa; esa noche después de una buena ducha, comprobé el color tostado de mi piel. Mi rostro no parecía el mismo; estaba ya tostada por mis vacaciones en Andalucía, no me hizo falta la crema. Esa noche dormí con una paz y serenidad absoluta. Me alegre de ese día excepcional pasado junto a mi gran amiga. 





 Atardecer en la Zurriola

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