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MARILO |
Siempre
fui una mujer inquieta, activa; corriendo de un lado a otro. Esta mañana me levante con fuertes dolores de huesos; efectivamente,
entre muchas cosas, padezco una enfermedad reumática. Hasta prácticamente hace poco,
era activa; hoy jubilada, me doy cuenta que el reloj del tiempo a transcurrido
y, que no es eterno. Mis reflejos ya no son los mismos; la vista no es lo que
era, mis pasos son más lentos, mis manos temblorosas no son tal hábil. Pensaran
que en algo me ha afectado la moral; Pues bien es el contrario, cuando una
acepta que el tiempo ha pasado, que una envejece físicamente, te das cuenta que una
vez que hayas aceptado esto, que quedan todavía
años de esperanzas y, que la juventud nunca se acaba si tienes una mente
abierta. Durante los largos años de mi vida he pasado de todo; de la alegría, a
la desesperanza, de reír o llorar. La vida era un canto y un duro combate; y a veces una atmosfera oscura envolvía mi vida. Con fuerza y tesón, con perseverancia
logré que llegase la alegría para transmitirla a los demás; soy consciente que
cada uno somos un destino único. Ayer tenía veinte años, corriendo contra
vientos y mareas. Pensaba que nunca acabaría la juventud, hasta llegar a los treinta; con
esos años era madre de tres maravillosos hijos y, mientras estuvieron a mi lado
me sentía joven, llena de vitalidad; corriendo, tratando de parar el tiempo y,
no hace tanto, parece que fue ayer. Llegando a los cuarenta, cantando, bailando
y, a esa edad ya era abuela. Para luego alcanzar los cincuenta; mis hijos
casados, viendo correteando a mis nietos. Y un día me llegan los sesenta sin
darme cuenta, sin casi haber vivido para mí; siempre viviendo para los demás.
Nunca me arrepiento de ello, a pesar de que algunos abusaron de mi bondad, fui
feliz junto a los que me rodeaban. Hoy con sesenta y cinco necesito ir y venir
donde yo quiero; aceptando como hoy, incluso el dolor de huesos. Hoy siento la
ternura de vivir, la alegria de estar aqui, aceptando los días tal y como llegan; mi cuerpo en efecto a
envejecido, mi mente sigue alerta. Por fin me encuentro feliz conmigo misma.
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AMANECER DESDE MI VENTANA |
Al
anochecer me siento en el banco del parque a la luz de la luna, admirando el
infinito cielo estrellado; viendo desde mi ventana cada amanecer. Sin olvidar
los amigos que tanto me aportan; no me puedo quejar de haber llegado a la
tercera edad, despues de lo que me tocó pasar. La vida es tan bella, de eso no me cabe ninguna duda.
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CON MI AMIGA PAKI |
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