Hoy en la cumbre de mis sesenta y cinco primaveras, contemplo el pasado que floreció bajo mis ojos. Repasando en todo este tiempo, que es lo que me hizo mayor. Florecerá siempre en mi recuerdo las flores de los campos, bajo el rocío fresco de cada mañana. La aurora de cada amanecer y la luna plateada; el trinar de los pájaros a pesar de la lluvia ellos siguen cantando; qué lección de humildad nos dan, saben que después de la lluvia el sol de nuevo brillara. Recordando la niña que fui, recorriendo alegre entre campos de trigales, recogiendo amapolas para ofrecérselas a mi madre. Recuerdo todavía aquellas mañanas en el balcón, mis ojos grandes abiertos admirando el magnífico atardecer sobre La Alhambra de Granada, tierra que me vio nacer. Un recuerdo especial por los que ya no están y las comidas familiares de antaño; mis padres felices de reunirnos alrededor de una buena mesa, hijos, nietos y demás familia. La voz de mi madre entonando una copla, o mi hermano mayor cantando un fandango y todos emocionados aplaudiendo; escuchando algún pasodoble y arrancábamos todos a bailar. Las bodas y bautizos, días de fiestas, estrenando ropa nueva; días de alegría, dé lagrimas de emoción por aquel que se iba de casa. Cómo no, nunca olvidare los amigos de infancia, nuestras risas y llantos, nuestros juegos en el barrio; hoy todavía, los que quedamos seguimos unidos como los dedos de la mano. Los amigos nuevos que encuentras a lo largo de la vida, a pesar de que algunos se encuentran en la distancia, recibiendo mensajes en navidades o cumpleaños; sabes que puedes contar con ellos en los momentos de tristezas, me aportan tanto. Llegando a la adolescencia, tiempos de querer saberlo todo y, al final no sabes nada. Ah, mi primer amor, amor de mis quince años, amor tímido, inocente, sonrisas y miradas cómplices. Después sin darnos cuenta cada uno toma su rumbo, separándonos la distancia; nunca lo olvide, está siempre presente a pesar de los años. Casándome muy joven, la inmadurez de mi pareja hizo que nos distanciáramos, separándonos a pesar de tres maravillosos hijos. Muchas lágrimas de penas derramaron mis ojos cansados, pero también de alegrías; hubo amores sin esperanzas, otros llenos de pasión. Ríos de tinta podría escribir sobre mi vida y, al mismo tiempo me gustaría esconder las fotos en uno de los cajones del armario y asfixiaría dentro todas mis palabras, en mi último soplo lleno de esperanzas. De mis raíces, de todo este tiempo pasado y, pediría a la vida, en algún tiempo todavía lejano, caer sin darme cuenta en un sueño profundo con todos mis recuerdos felices.
Marilo Dominguez.
02/04/2012.
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