Cada mediados de primavera, y año tras año, como una amante fiel, me gusta ir a pasear por el mismo lugar. Encamino siempre mis pasos hacia el paseo de “Francia “rodeado de enormes tilos en flor, despidiendo un aroma que me trasporta a mi infancia; sé encuentran todo a lo largo del rio “Urumea “que desemboca en la mar. Cantan y susurran los pájaros, su canto se mezcla con el murmullo del agua, engendrando el eco más dulce escuchado atravesando los tímpanos adormecidos… hasta subir hacia el cielo, hasta el infinito. Cierro los ojos y respiro, respiro toda la belleza que me ofrece la madre naturaleza. Respiro al mismo tiempo el salitre del mar tan cerca. Qué momento tan dulce son esos instantes, donde el silencio es coronado de un manto de alegría, dé serenidad que aporta a mi alma paz y sosiego. Me siento en un banco al sol, respirando un largo rato esa mezcla de olores; dando migajas de pan a los pajarillos que se acercan, parecen esperarme cada día. Sigo después mi camino por el Paseo Nuevo, admirando la mar, la brisa de pleno en mi rostro, el sol que me reconforta, alumbrando más la belleza de la ciudad ; me acerco a la barandilla que rodea el paseo viendo las olas que van y vienen golpeando las rocas con fuerza y, a lo lejos barquitos de vela allá en el horizonte, parecen minúsculos , se pierden casi en el horizonte para luego llegar al puerto ; desde arriba admiro la ciudad, el puerto, y al fondo los montes de Aya en días soleados son majestuosos , imponentes . En medio la inconfundible Catedral en la que destaca su torre; la playa de la Concha y la de Ondarreta. Una vez alcanzado el puerto, observo cómo llegan los barcos cargados de pesca y, las gaviotas alrededor en un canto de felicidad. Doy un breve paseo por el casco viejo, me tomo una tapa con una cerveza para retomar fuerzas después de tantas emociones. Pronto se acerca el atardecer en la Bahía de “La Concha y no deseo perder el espectáculo, sentada en la arena admiro la puesta de sol recogiendose lentamente, hasta desaparecer en el fondo y confundirse con el océano. El cielo se torna rojo , amarillo, violeta y el espectáculo… es todo un poema; regreso de nuevo lentamente por el paseo del malecón hasta mi casa feliz, maravillada de recorrer por la ciudad, con las pilas cargadas, viendo lo maravilloso que es nuestra ciudad de San Sebastián.
Marilo Dominguez
02/04/2012
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