A la gran sorpresa de mi
madre, un mes de junio del año 1964
llegó un mensaje de su hermano mayor que vivía del otro lado del pirineo,
refugiado político. Consiguió a base de mucho esfuerzo localizarnos por medio
del consulado español en Francia. Para entonces
tenía 17 primaveras y junto a mi madre
cruzamos la frontera a pesar de las dificultades encontradas para
obtener el pasaporte. El hermano de mi madre nos pagaba el viaje hasta cerca de
Paris Lo obtuvimos gracias al entonces novio de una hermana, su padre policía
secreta hizo todo para que pudiésemos ir a Francia, a una condición que yo
después tenía que hacer el servicio social en la falange, era obligatorio. Dios
cuanto llore al irme de aquí. Un primo, hijo del tío vino a buscarnos para
llevarnos hasta allí. Pero según íbamos de camino hacia el pueblo era
sorprendente. No podía desprender la mirada de tanta belleza, me deslumbraba, admirando el
paisaje a través de todos los rincones de Francia en la cual pasábamos. Era
divino cada pueblo que pasado veíamos sus casitas individuales donde las flores
abundaban, con un césped verde y arboles con flores que nunca antes había visto, llegando al lugar a poco más de las doce de
la noche. Mi tío regentaba junto a su segunda esposa un hotel restaurante en un
pueblo cerca de Paris. Se caso en segundas nupcias con una francesa al fallecer
su primera esposa en el parto de su último hijo. Lo primero que me impresiono
al llegar al lujoso hotel, el olor de café que desprendía la cafetera, el olor a limpieza, todo
brillaba y no me atrevía a moverme. Al día siguiente un copioso desayuno, un
buen café con leche recién hecho, tostadas con mantequilla y mermelada de
varias clases, era la primera vez que desayunaba un suculento desayuno y me
pareció que aquello era un sueño, visitando el hotel y la terraza ya dispuesta
rodeada de flores. Mi tío insistió en que me pondría en la barra para aprender
el idioma con su ayuda y así fue. Su esposa era de una alegría desbordante, en
su juventud fue bailarina en el molino rojo de Paris. Pero a la hora de
trabajar no se le escapaba nada, con ella aprendí muchísimo. Aquello
me deslumbro era un país libre, donde no existía el miedo a ser
delatado. Mis ojos nunca habían visto tanta comida y la verdad mi tía cocinaba
como una diosa. Había siempre muchos amigos refugiados también en el país
vecino después que huyeron del nuestro, yo escuchaba sus historias conmovedoras
aprendiendo todavía más del nuestro. Pero sufrían por sus familias, sabían que
no podían volver por miedo a ser encarcelados y muchos fallecieron sin volver jamás a nuestra tierra natal. Nos juntábamos casi todos los sábados,
cerrábamos el bar solo para nosotros y, allí se cenaba, se bebía, sé bailaba,
nos contábamos nuestras historias, preguntándome por la vida actual en España.
Luego cada cual recordaba una canción de su época y la cantaba, eran aplausos y
abrazos emocionados. Era muy estremecedor todo aquello, y yo empecé a soltarme
un poco más, vivía con alegría aquella nueva vida, aquellas amistades solidas a
pesar de la diferencia de edad. Pero ellos vivían mal en tierras extranjeras y
fueron la mano de obra barata por desgracia en el país vecino. Casi todos
tuvieron que luchar en el ejército francés cuando llego la segunda guerra
mundial, otros fueron forzados en los
trabajos del campo, sin contar aquellos
que pasaron por los campos nazis. Algunos, digamos la mayoría bebían demasiado
tratando de olvidar lo ocurrido, fueron nueve años luchando en el frente, la
nuestra y la mundial. Después íbamos en autobús a Paris cuando Santiago
Carrillo daba algún mitin allí, allá por los años 70, cantando la internacional
y todos exaltados esperando el cambio en nuestro País. Mucho aprendí de ellos y
hoy día los recuerdo con nostalgia, la lucha porque aquí en España cambiaria.
Las grandes expectativas y esperanzas no morían, de volver al país natal de
aquellos inmigrantes amigos. Muchos
fallecieron antes de ver el cambio con la transición aquí. Yo aprovechaba el
tiempo libre en recorrer por aquel bellísimo lugar, era una dulce y verde campiña rodea de inmensos bosques y lagos,
llena de animales de caza. Yo quedaba
extasiada de semejante belleza, viendo a otras aves nunca antes vistas.
Rodeada de hermosos castillos, de afluentes ríos, de árboles centenarios de
todas las variedades. Durante nuestra
estancia descubrí todo un mundo que me lleno de alegría y esperanza, de de paz y tranquilidad,
perdiendo el miedo y recuperando bastante mi frágil salud. Me sentía bella y hermosa, aquello era un paraíso
tranquilo, donde se respiraba por cada rincón
una paz serena y tranquila. Que puedo contarles de mi estancia en
Francia, simplemente decirles que es un país maravilloso; es mi segunda patria.
Marilo Dominguez.
09/04/2012.
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