lunes, 9 de abril de 2012

MI VIAJE A FRANCIA...

A la gran sorpresa de mi madre, un  mes de junio del año 1964 llegó un mensaje de su hermano mayor que vivía del otro lado del pirineo, refugiado político. Consiguió a base de mucho esfuerzo localizarnos por medio del consulado español en Francia. Para entonces  tenía 17 primaveras y junto a mi madre  cruzamos la frontera a pesar de las dificultades encontradas para obtener el pasaporte. El hermano de mi madre nos pagaba el viaje hasta cerca de Paris Lo obtuvimos gracias al entonces novio de una hermana, su padre policía secreta hizo todo para que pudiésemos ir a Francia, a una condición que yo después tenía que hacer el servicio social en la falange, era obligatorio. Dios cuanto llore al irme de aquí. Un primo, hijo del tío vino a buscarnos para llevarnos hasta allí. Pero según íbamos de camino hacia el pueblo era sorprendente. No podía desprender la mirada de  tanta belleza, me deslumbraba, admirando el paisaje a través de todos los rincones de Francia en la cual pasábamos. Era divino cada pueblo que pasado veíamos sus casitas individuales donde las flores abundaban, con un césped verde y arboles con flores  que nunca antes había visto,  llegando al lugar a poco más de las doce de la noche. Mi tío regentaba junto a su segunda esposa un hotel restaurante en un pueblo cerca de Paris. Se caso en segundas nupcias con una francesa al fallecer su primera esposa en el parto de su último hijo. Lo primero que me impresiono al llegar al lujoso hotel, el olor de café que desprendía  la cafetera, el olor a limpieza, todo brillaba y no me atrevía a moverme. Al día siguiente un copioso desayuno, un buen café con leche recién hecho, tostadas con mantequilla y mermelada de varias clases, era la primera vez que desayunaba un suculento desayuno y me pareció que aquello era un sueño, visitando el hotel y la terraza ya dispuesta rodeada de flores. Mi tío insistió en que me pondría en la barra para aprender el idioma con su ayuda y así fue. Su esposa era de una alegría desbordante, en su juventud fue bailarina en el molino rojo de Paris. Pero a la hora de trabajar no se le escapaba nada, con ella aprendí muchísimo.  Aquello  me deslumbro era un país libre, donde no existía el miedo a ser delatado. Mis ojos nunca habían visto tanta comida y la verdad mi tía cocinaba como una diosa. Había siempre muchos amigos refugiados también en el país vecino después que huyeron del nuestro, yo escuchaba sus historias conmovedoras aprendiendo todavía más del nuestro. Pero sufrían por sus familias, sabían que no podían volver por miedo a ser encarcelados y muchos fallecieron sin  volver jamás a nuestra tierra  natal. Nos juntábamos casi todos los sábados, cerrábamos el bar solo para nosotros y, allí se cenaba, se bebía, sé bailaba, nos contábamos nuestras historias, preguntándome por la vida actual en España. Luego cada cual recordaba una canción de su época y la cantaba, eran aplausos y abrazos emocionados. Era muy estremecedor todo aquello, y yo empecé a soltarme un poco más, vivía con alegría aquella nueva vida, aquellas amistades solidas a pesar de la diferencia de edad. Pero ellos vivían mal en tierras extranjeras y fueron la mano de obra barata por desgracia en el país vecino. Casi todos tuvieron que luchar en el ejército francés cuando llego la segunda guerra mundial, otros  fueron forzados en los trabajos del campo, sin  contar aquellos que pasaron por los campos nazis. Algunos, digamos la mayoría bebían demasiado tratando de olvidar lo ocurrido, fueron nueve años luchando en el frente, la nuestra y la mundial. Después íbamos en autobús a Paris cuando Santiago Carrillo daba algún mitin allí, allá por los años 70, cantando la internacional y todos exaltados esperando el cambio en nuestro País. Mucho aprendí de ellos y hoy día los recuerdo con nostalgia, la lucha porque aquí en España cambiaria. Las grandes expectativas y esperanzas no morían, de volver al país natal de aquellos inmigrantes amigos.  Muchos fallecieron antes de ver el cambio con la transición aquí. Yo aprovechaba el tiempo libre en recorrer por aquel bellísimo lugar, era una dulce y verde  campiña rodea de inmensos bosques y lagos, llena de animales de caza. Yo quedaba  extasiada de semejante belleza, viendo a otras aves nunca antes vistas. Rodeada de hermosos castillos, de afluentes ríos, de árboles centenarios de todas las variedades. Durante nuestra  estancia descubrí todo un mundo que me lleno de alegría  y esperanza, de de paz y tranquilidad, perdiendo el miedo y recuperando bastante mi frágil salud. Me sentía  bella y hermosa, aquello era un paraíso tranquilo, donde se respiraba por cada rincón  una paz serena y tranquila. Que puedo contarles de mi estancia en Francia, simplemente decirles que es un país maravilloso; es mi segunda patria.
Marilo Dominguez.
09/04/2012.

 

 

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