Pero el barco pronto fue a la deriva, no sé muy bien de qué manera. Hoy me pregunto,
qué Dios me salvo de ahogarme y entrar en sus profundidades oscuras para siempre.
Tarde en darme cuenta, después fue tarde. Recuerdo nuestro primer encuentro en la plaza del pueblo,
aquella mirada… que me estremeció cuerpo
y alma al invitarme a bailar. Éramos tan jóvenes, casi adolescentes
deshojábamos las margaritas, me quiere, no me quiere…Al poco tiempo nos hicimos
novios, regalándome una sortija de pedida bajo la mirada fría de tu madre,
deseando que finalizaría el servicio militar para casarnos. Llego el día de la
boda casándonos contra la voluntad de nuestros padres. Yo por ser extranjera, mi
madre advirtiéndome lo mucho que sufriría a tu lado; Haciendo caso omiso,
pensando que mis padres juzgaban que era muy joven para casarme. Al ponerme en
el dedo él anillo de casada vi en tus
ojos gris verdosos lo mucho que me amabas. Una vez casados el barco fue derivando, a pesar de suplicarte
de ayudarme en el recorrido. Me encontré pronto sola llevando el timón. Todo
reposaba sobre mis hombros, mis manos inexpertas y sin conocer el rumbo. Todo
mi mundo se derrumbo como un castillo de naipes. Adiós amor, adiós familia. Eras
inmaduro, caprichoso y el alcohol hizo estragos en nuestras vidas. Hubo tantas
lágrimas cuando nos enfadábamos, la incomprensión entre los dos fueron
destructivos, cada cual se encerraba en un mutismo, acabando con el dialogo…
Marilo Dominguez.
08/04/2012.
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