jueves, 5 de abril de 2012

AÑO 2007....


Transcurría el mes  de agosto del año 2007 en nuestra bella ciudad de San Sebastián. Situada  en el norte de (España) Su costa rodeada por el mar (Cantábrico).Me encontraba separada del que fuera mi esposo durante muchos años. Era un mes, donde alternaban los días calurosos y días  lluviosos. Dónde a veces la temperatura bajaba drásticamente en el todavía verano. Esa mañana no se podía  salir a pasear  por la playa como lo hacía por costumbre, ya que  esa noche se desato una  tremenda tormenta. A través de las rejillas de mis persianas veía el resplandor de los rayos, estaban casi encima de la vivienda y el ruido de los truenos sonaba con fuerza. Escondida bajo las sabanas veía el resplandor, era tremendo lo asustada que me encontraba. Me levante al amanecer cansada, agotada, mis manos sudaban, temblaban… Seguía lloviendo a cántaros. Desde muy  joven  me producía tanta  angustia y ansiedad. Debía de ser en parte por las numerosas veces que mi madre nos contaba la historia de su abuela. “La Pilila” como así la llamaban. Madre de mi abuela materna. Era la comadrona de un pequeño pueblo de la costa (Almeriense) como  la tradición familiar mandaba. Fue madre de diez y ocho hijos, mas seis otros sobrinos que se hizo cargo  al fallecer una de sus hermanas. La bisabuela en cuestión falleció debido a que un rayo le cayó encima. Se encontraba echando la siesta en una mecedora; Tenía 108 años y una salud de hierro, leía el periódico sin gafas y curiosamente le salieron dientes después de perder su dentadura; unos dientes pequeños al igual que  los niños pequeños. Los médicos no daban crédito de ello. Yo era muy joven cuando mi madre lo contaba y aquello me impresionaba, pienso que ahí estaba  el miedo por la tormenta…Eso quedo grabado en mi subconsciente para siempre. También según me contaron, que mientras venia al mundo ese día se desato una  terrible tormenta, creo que se juntaron las dos. Y así fue  mi vida, una tormenta emocional. La lluvia y el viento azotaban fuertemente en mis ventanas, la lluvia cliqueando con fuerza en la plaza donde habito, desprendiendo ese característico olor de  hierba y tierra húmeda.  Nunca he  soportado la tormenta por el pavor que me provocan, en cambio  los días lluviosos  me gusta estar en casa  acurrucada en el sillón leyendo algún libro, escuchando una música relajante o simplemente escuchando la lluvia caer. Entre el viento y la lluvia mi balcón lleno de geranios rojos se lleno de agua, y  el viento que soplaba con fuerza arranco varias flores. Rápidamente los entre en la cocina, baje las persianas hasta que el tiempo se apaciguase un poco más. Aquel día parecía un día más bien  otoñal, como solo ocurre en el Cantábrico, cuando se desata semejante  tormenta. Me dispuse a desayunar…. Pues bien, pensé en voz alta, hoy no hace un día para salir a la calle, tendré más tiempo para mis amigos, disponiéndome casi de inmediato a contestar a los  numerosos mensajes en el ordenador. Antes desayuné tranquilamente, mis tostadas con mantequilla y mermelada de fresas hechas por mí, junto con un buen café con leche. Tome otra taza  de café humeante  dirigiéndome  hacia el ordenador. Antes  de empezar a leer los mensajes, fui a mi música, abriendo una carpeta  y de esta manera  la escuchaba  mientras leía mi correo. La música junto a los libros y el arte es otra de mis tantas pasiones. La abrí  sin darme bien cuenta de quien había puesto como músico…lo hice automáticamente. En ese momento pensé que  quizá era el destino que tocaba a mi puerta. Al oír  en  ese  mismo  instante las primeras notas de un  acordeón, mi mente retrocedió años atrás, mientras las lágrimas resbalaban sobre mis mejillas recordando mi pasado. O quizá ese día tan desapacible y la noche tormentosa, hicieron que me encontrase  todavía a flor de piel. Era un acordeonista  muy famoso  llamado (Aimable). Así se llamaba; un encanto de chico en la época que lo conocí; pelirrojo con una cara simpática llena de pecas y que tocaba el acordeón maravillosamente del otro lado de los pirineos, es decir Francia y al que tuve el privilegio de conocerle en una fiesta local de un pueblo cerca de Paris, él día 14 de julio Fiesta Nacional en Francia, del año 1964; cuando junto con mi madre unos meses antes cruzamos la frontera del País vecino. Recordaba mi vida que tanto deseaba olvidar, sobre todo la de mi convivencia matrimonial, ya que  estuve casada con un francés, al que conocí recién llegada  a Francia con 17 primaveras recién cumplidos. Después de la tormenta subí al desván…
 Marilo Dominguez.
05/04/2012.

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