lunes, 29 de abril de 2013

TODA UNA VIDA...I PARTE



 BOSQUES DE LAS LANDAS. FRANCIA
I PARTE.

El cielo grisáceo anunciaba nieve ¡Qué bien!, los nietos se van a regocijar en el jardín pensó Claire. Efectivamente el día  amaneció con un paisaje nevado. No era lo habitual que nevara en esta región del sur de Francia por su clima marítimo; en el departamento de “Las Landas” y por esa razón le pareció todavía más extraordinario. A través de sus cristales Claire admiraba el paisaje; los pinos que rodeaban la casa parecían majestuosos vestidos de blanco. Se acercaban las Navidades un año más: Un año más sin Charles su marido ausente para siempre del núcleo familiar  que habían formado. Hacía dos años que Charles había fallecido  en sus brazos. Esa mañana antes de Nochebuena; Claire se había levantado de madrugada; al ver que Charles no había bajado del cuarto de baño que, se encontraba en la parte superior de la vivienda. Claire se apresuro a subir inquieta. Subió rápida las escaleras llamándolo sin obtener respuesta hasta el primer piso. Una vez en el cuarto de baño vio como Charles se encontraba en el suelo inerte. Lo cogió dulcemente entre sus brazos; Charles intento decirle algo que ella no logro entender. Llamo a la ambulancia; pero demasiado tarde, un infarto acabo con su vida. Acababa de jubilarse dos dias antes de la Navidad; cogiéndola en sus brazos le anuncio que iban a disfrutar de una segunda luna de miel. En el cumpleaños de Claire unos meses antes de la tragedia; Charles le tapo los ojos guiándola hacia el porche de la casa. Una vez en el, Claire no salía de su asombro; delante de ella una magnifica auto caravana con un lazo rojo, junto a una enorme pancarta con un corazón pintado que decía  “Te amo mi amor” ¡Habían soñado tantas veces con la auto caravana, para poder disfrutar de baladas por todos los rincones de Francia; que a Claire se le escaparon las lagrimas! Claire fue remontando en el tiempo encuentro con Charles. Ella llegaba de su ciudad de Paris para pasar unas agradables vacaciones en este lugar privilegiado de Francia junto a unas amigas y compañeras de trabajo. Se hospedaron en el camping de “Souston” a orillas del océano Atlántico en la costa suroeste de Francia; cerca de los pirineos franceses y de la frontera con España. Claire era una morena de ojos negros almendrados por sus orígenes árabes; azafata en la compañía “Air France” en el aeropuerto” Charles de Gaulle” De madre marroquí y padre francés; sus rasgos eran de una belleza impresionante. Aprovecharon al mismo tiempo para asistir a las fiestas tan populares de “Bayonne” país vasco francés para ver el espectáculo que transcurría en las calles. Aquello era un hervidero de multitud de gente de todos los lugares. Eran unas fiestas típicas donde los jóvenes bebían, cantaban hasta la saciedad durante la semana que duraban las festividades y había un ambiente extraordinario. En el casco antiguo de  “Bayonne”;  junto a sus amigas entraron en una taberna para tomarse unas cañas junto con un bocadillo. Al entrar había varios jóvenes las rodearon para saludarlas; uno en especial llamo su atención y cuando sus miradas se encontraron, fue una explosión de fuegos artificiales. El se presento tímidamente; al extenderle la mano para saludarla se presento, soy Charles Martin. Claire le extendió la mano instintivamente, sintiendo el calor en sus manos; una emoción agradable y desconocida atravesó su cuerpo, mientras unos ojos  color verdes esmeralda fijaban los suyos insistentemente. Era pelotari; jugaba esa misma tarde un partido de pelota vasca junto a un amigo allí presente. Insistió para que ella fuese al frontón a verlo. Desconocía las reglas de ese juego vasco; una vez en el frontón Claire lo animaba gritando. Al final ganaron el partido y Charles le entrego el premio a Claire; ella se quedo muda de asombro, pero sus miradas  decían todo lo que sentían el uno hacia el otro. Al anochecer bailaron amarrados baladas románticas, dejando paso de inmediato cuando tocaban algún folclore vasco. Aquella noche “Cupido” flechando sin dudarlo a estas dos almas gemelas. Cuando acabo la fiesta bien alta de madrugada él le pregunto donde se hospedaba.

TODA UNA VIDA...II PARTE...


II PARTE.
Claire le contesto que se hospedaba en el camping de “Souston” ¡Que coincidencia! La casa de sus padres se encontraba apenas a dos kilómetros del camping. Charles se encontraba de permiso unos días. Estaba casi terminando el servicio militar en la marina nacional, exactamente en “Toulon” situado en el mediterráneo al otro extremo en el sudeste de Francia. Al despedirse el impulso fue instantáneo y con un beso tierno se despidieron hasta la mañana siguiente. Quedaron al amanecer, desayunaron juntos en el bar del camping y tomaron  rumbo al bosque. Deseaba mostrarle lo que tanto amaba, aquellos bosques espectaculares de la región. Disfrutaron aquellos grandes espacios en bicicleta; alquilaron dos por un precio módico llevándola entre los pinos, observando la flora, aves en el inmenso cielo, incluso varias ardillas en lo alto de los pinos. Se encontraba ante uno de los  bosques más importantes de Europa. Se llevaron bocadillos y agua para beber, pasando un día respirando la belleza del bosque. Llegaron al atardecer relajados de ese paseo grandioso; una vez  que devolvieron las bicicletas se fueron hasta el camping cogidos de la mano.Al siguiente día tomaron la decisión y fueron del otro lado del mar atlántico, pasaron un día relajante en las playas landesas, encontrándose en contacto con el rocío del mar. Charles la observaba discretamente; su belleza perturbaba su mente enamorado¡se estaba enamorando locamente! Claire era alegre, con una sonrisa siempre en los labios, dulce, espontanea y una joven muy natural. Su melena morena suelta al capricho del aire del mar. Se tumbaron en las dunas; Claire le pidió que le pasase crema contra los rayos del sol en la espalda. Al contacto de sus manos Claire se estremecía, tratando de disimularlo. Nunca sintió por otro hombre tantas emociones; sus ojos a la luz del sol chispeaban y su corazón latía a un ritmo acelerado. Podía sentir los latidos en sus sienes. Unos días más tarde día de nuevo en su compañía, la llevo en su todo terreno al lago mayor de “Souston” El lago invitaba a soñadores y pescadores; compartiendo juegos acuáticos, vela remo y otros deportes más. Descubría que aquella región era una tierra de contrastes; desde el litoral hasta los montes, pasando por desfiladeros, cuevas, museos y sobre todo degustando la gastronomía local. Viendo las diferentes ciudades o pueblos con tantísimo patrimonio cultural. Charles le explicaba  que la costa se extendía  a lo largo de 230 km entre la desembocadura del río “Adour” al sur (cerca de Bayona) y el estuario del río la “Garonne”, en el norte, y se distinguía en tres grandes áreas: la línea de playa de arena, donde se encuentra la banda o cordón de dunas marítimas; la llanura o planicie arenosa conocida como arenas de las Landas de “Gascogne”, donde se presentan dunas generalmente parabólicas, y que se encuentra cubierta de un extenso bosque marítimo. El denso bosque marítimo, considerado la más extensa masa forestal litoral de Europa y que, protegido por el Estado ocupa el Parque Natural de las Landas de Gascogne. ¡Charles era un joven apasionado, culto y muy orgulloso de ser su acompañante mostrándole los diversos lugares que, conocía a la perfección!; cada vez que se despedían los besos eran más apasionados. Las tres semanas pasaron rápidamente y Claire temía de nuevo volver a Paris; estaba enamorada de Charles,  de la maravillosa región de las Landas y su entorno que, le habían conquistado su corazón y su amor naciente hacia Charles. La última noche salieron por última vez, los dos estaban emocionados y tristes de esa despedida; al día siguiente Claire tendría que volver para retomar de nuevo su trabajo. Se acercaron hacia el lago cerca de la casa donde vivía Charles; sentándose en la hierba  húmeda se abrazaron besándose con ternura. Ella le acaricio su pelo, su torso, de otro lado no le soltaba la mano. Charles tímidamente saco una cajita; mirándola fijamente  presentándole un anillo de compromiso le pidió su mano.

TODA UNA VIDA...III PARTE..


III PARTE.

Claire con los ojos empañados de lágrimas acepto con una sonrisa encantadora; era su forma de decirle que ella estaba encantada aceptando. Al finalizar el servicio militar unos meses después, prepararían la boda. Los padres del junto a los de ella les ayudaron a preparar la casa en medio de pinos heredada de sus abuelos. Era en un bosque privado (es decir Charles trabajaría en una parte del bosque dedicado a la producción), pero bajo regulación de una comisión estatal.  La vivienda una casona de piedra al estilo de la región; sería su nido de amor. Se casaron en la Iglesia de “Souston” una boda junto a  la familia y amigos de ambos. Al pronunciar “si quiero” los recién casados resplandecían de felicidad y ante todos sellaron con un beso su amor. Al año y medio nació su primer hijo, un varón al que le dieron el nombre de “François”, luego llegaron las mellizas, Anne y Coralie con los mismos ojos esmeraldas que Charles. François heredo los ojos y la piel de Claire colmando de felicidad a la pareja. Era un matrimonio bien avenido; sus vidas transcurrieron en una felicidad completa. Hasta aquel fatídico día en que Charles falleció entre sus brazos. Claire lloro mucho su ausencia. Sus sueños se truncaron; no sabía cómo podría sobrevivir sin su presencia. En casa se podía  todavía respirar el olor de la pipa que Charles fumaba después de cada comida: Sus hijos deseaban que ella vendiese la casa y se instalaría en la ciudad cercana. Claire fue rotunda; allí vieron vivieron su amor, viendo crecer a sus hijos, no, ella no abandonaría jamás la casa con sus recuerdos. El teléfono la saca de sus pensamientos nostálgicos. Sus hijos se dirigían a casa para pasar la Nochebuena. Esa noche Claire ofrecería a sus hijos y nietos su mejor sonrisa. Luego en su soledad seguiría viviendo de sus gratos recuerdos; hasta que la vida dispondría de ella y por fin se reuniera definitivamente con su amado.

jueves, 25 de abril de 2013

LA MANSIÓN EN LA COLINA I PARTE...


I PARTE
Nathalie Lafond, se  dirigía en su coche  hacia la casa de sus abuelos ya fallecidos situado en un rincón de la “Bretaña francesa” La carretera estaba serpenteada y llovía a mares. Era a principios del verano, pero con el calor de los días pasados se desato una gran ventisca junto a la tormenta. Justo le había pillado cuando tomo el sendero camino hasta la cumbre que, la llevaría hasta la mansión. La mansión estaba situada cerca de un acantilado con unas vistas hacia el mar impresionante. Antes de la tormenta Nathalie admiraba el bello paisaje tan conocido y espectacular de aquel rincón francés. Se encontraba situado al norte de la Bretaña y, estaba formado por un mosaico de campos, landas y bosques. Más adelante un enclave que se antoja caprichoso, debido a la gran cantidad de acantilados que decoraba el litoral; aquel lugar desprendía magia. De un verdor y de una belleza espectacular con sus paisajes abruptos. Se encontraba llena de entusiasmo, una intensa emoción la envolvió por volver por aquel lugar,  por la casa de sus abuelos maternos que tantos recuerdos tiernos guardaba en la mente. Allí paso una gran parte de su infancia junto a sus dos hermanos. Sus padres se divorciaron cuando aún era una niña. Su padre; ingeniero de puentes y caminos pasaba largas temporadas fuera de Bretaña, haciendo que la pareja se distanciara y terminarían de esta forma. Su padre  se volvió a casar y como la mansión de los abuelos era muy grande se instalaron junto a ellos. Era una mansión de tres pisos construida de piedra y con tres hectáreas de campo, donde los arboles rosales abundaban junto a árboles frutales. El jardinero de sus abuelos lo cuidaba con cariño y esmero. De vez en cuando durante su ausencia del pueblo. François  un hombre ya jubilado que vivía una casa más abajo cuidaba del jardin; Nathalie le pagaba por mantener el jardín intacto. Desde la terraza la mirada se evade hacia el litoral recortado y, sobre una alfombra de islas Plougrescant; todo un monumento patrio hecho por la naturaleza. Su madre entro en una profunda depresión a raíz del divorcio; los abuelos se hicieron cargo de ella y sus dos hermanos. Estudio en “Brest”  magisterio; tenía muy claro que lo suyo era la enseñanza. Saco excelentes notas y se dispuso a pasar las oposiciones tocándole un puesto de enseñanza en Paris. La ciudad de Paris la fascinaba y ella deseaba su total independencia económica, como la personal. Su madre no salía de su apatía, tampoco puso empeño en ello. Le concedieron una plaza en un instituto en la periferia norte de Paris, los fines de semana se acercaba hasta su Bretaña natal.  Su coche de segunda mano, un Peugeot 207 comprado a crédito a pesar de la protesta de su madre. Los abuelos habían dejado una enorme fortuna y su madre deseaba darle los caprichos necesarios. Nathalie  tenía claro cuáles eran sus metas; quería demostrar que podía valerse por sí misma. A primera vista Nathalie parecía un ser frágil; en eso se parecía a su abuela de origen británico. Eran idénticas; menuditas con ojos azules y el pelo ondulado de color pelirrojo, unas pecas en el rostro le daban un aire angelical. Su piel blanca y sedosa, su tono de voz dulce y a la vez firme. Lo necesitaba, ya que el instituto que ejercía en Paris se encontraba en un barrio conflictivo, debido a las bandas formadas por jóvenes franceses de familias desechas por los maltratos familiares y el alcohol; del otro lado jóvenes de color y razas diferentes, los enfrentamientos eran continuos. Nathalie fue contundente con ellos; no iba a tolerar el incivismo de algunos, la intolerancia y la violencia gratuita; ganándose el respeto de los profesores y alumnos. No comprendía como esos jóvenes podían odiarse de esa manera; ella detestaba la violencia fuese cual fuese el motivo. Terminado el año escolar y llegando el verano; preparo su coche rumbo a Bretaña. Ropa de verano más alguna chaqueta de lana; las noches eran  bastante frías debido a la cercanía del mar y a la altura donde se encontraba la mansión. Otros años alquilaba el resto de habitaciones a profesores o amigos; luego en el comedor se reunían para comer, charlar alrededor de la chimenea con una copa de vino. Este año no lo hizo; deseaba encontrarse sola para escribir una novela basada en la historia real de sus abuelos.

LA MANSIÓN EN LA COLINA II PARTE...



II PARTE
Estaba casi llegando a la mansión familiar, cuando al pasar por la casa de enfrente vio que estaba ocupada  ¿pensó en voz baja? La luz de la cocina estaba encendida y una silueta cruzo el espacio. Su perrita “loulou” se despertó al saber que ya habían llegado. Dejo el coche fuera en el porche  y, rápidamente juntas entraron en casa. Un olor  a espacio cerrado  invadió su olfato. La mansión la disfrutaba ella; al final su madre se volvió a casar,  se fue a vivir al otro extremo en “La Provence” francesa, al sur-este de Francia. Sus dos hermanos se fueron a vivir con el padre trabajando los dos en puentes y carreteras. Casi nunca coincidían, salvo la navidad, o noche vieja. Seguía lloviendo pero con menos fuerza, abrió las persianas para ventilar un poco. Estiro su cuerpo para soltar la presión del viaje; a través de sus ventanas volvió a percibir de nuevo la silueta en la casa de en frente. Le pareció un hombre, pero no estaba segura. Le dio de comer a su perrita y ella ceno después.  Antes había encendido la chimenea del salón; todo un año cerrado se notaba el frio a pesar de ser verano. Preparo la cama con sabanas de lino blanco bordadas con las iniciales de sus abuelos. Quito las sabanas de encima de los muebles y, los observo; todo seguía igual, nada había cambiado en la mansión. Los muebles de estilo victoriano, candelabros de plata y unos cómodos sofás amueblaban el comedor y el salón separado por una puerta cristalera. En las paredes cuadros con paisajes de la Bretaña; su abuela pasaba el tiempo libre pintando el paisaje de aquella zona increíblemente bella. Un cuadro representando a sus abuelos presidia el enorme salón. Ella les envió un beso con la mano. En el comedor le pareció escuchar las risas de sus hermanos. Cerró por un momento los ojos imaginándose a sus abuelos contando anécdotas de su país de origen “Gran Bretaña” y una dulce sensación la invadió por todo el cuerpo. Después fue hacia la biblioteca, quitando las sabanas igualmente; el secretario del abuelo estaba intacto y cada cosa en su sitio. Se acerco a los dormitorios del primer piso haciendo lo mismo y, una vez quitadas las sabanas de todos los espacios; bajo las escaleras que iban al sótano donde se encontraba la lavadora. Después pensó que un buen baño le vendría bien;  dirigió sus pasos hacia él, encendió unas velas  y  se tomo un baño caliente llevándose una taza de chocolate con leche caliente. Se quito la ropa del viaje y se relajo  durante bastante tiempo entre  la espuma perfumada dentro de la bañera. Esa noche se encontraba cansada y al día siguiente bajaría al pueblo para hacer la compra. Quedaban dos meses y esperaba terminar su relato; todo estaba ordenado en su mente. Al amanecer despertó revitalizada después de una noche de descanso entre las sabanas perfumadas con bolsitas de lavanda. ¡Es curioso cómo había conservado las costumbres inglesas de su querida abuela! Cuando su abuela viajaba a Inglaterra; nunca faltaba la lavanda traída de allí, una vez seca la metía en bolsitas hechas por ella metiéndola entre la ropa. Abrió las ventanas de par en par, el sol la deslumbro y se sintió llena de energía. Se vistió con un chándal rosa, calzado deportivo y el pelo lo recogió en una trenza, unas gafas de sol y salió al porche. Al abrir la puerta principal su perrita se escapo ladrando dirigiéndose a la casa de enfrente. Nathalie la llamo con fuerza, su perrita ratonera seguía ladrando e intrigada se acerco hasta la casa. En el pórtico un hombre  con una gata en sus brazos; le  aconsejo de coger su perrita y marcharse. Ella pudo observarlo; era un hombre que parecía algo mayor que ella, sus ojos color del mar. ¿Nathalie se quedo perpleja?, esos ojos los había visto antes; pero desconocía quién era ese cacallero. Con educación se presento diciéndole ser su vecina de enfrente; él le contesto secamente saberlo. Nathalie viendo la poca amabilidad  que le prestó, se despidió  tímidamente con un simple adiós. Una vez en el coche le perseguían esos ojos; sus ojos color del mar le parecieron fríos, duros y prosiguió el camino hasta el pueblo. En la taberna del pueblo desayuno un café con unas tostadas con miel de la región; eso le llevo de nuevo a su infancia. El dueño la reconoció al instante saludándola amablemente, mientras en la taberna los marineros estaban tomando orujo a estas horas tempranas de la mañana. De ahí se dirigió a la tienda de comestibles de siempre. Antes había preparado un listado pidiéndole que por favor lo llevasen hasta casa. La dueña, una mujer ya en la tercera edad; pero con una amabilidad extrema la saludo cordialmente dándole la bienvenida. La conocía desde muy joven, su marido era el dueño de la taberna. La gente de aquel lugar eran bastantes rudos. La mayoría pescadores y la mar era muy duro, muchos fallecieron en el mar y, en el pueblo quedaron sus viudas e hijos. Una vez que eras aceptada por ellos, eran acogedores y simpáticos con los demás. Pero si no conocían era muy duro entrar en sus circulos, podías asimilarlo con personas rudas, apáticas, distantes. Antoinette que así se llamaba la dueña; con unos ojos maliciosos le comento si ya había visto al inquilino de enfrente. Nathalie contesto que no se dio cuenta, sabía lo chismosa que era esta mujer, no tenía ganas de darle ese gusto y la verdad ignoraba quien era. Ella prosiguió, sabes ha vuelto de muy lejos Jean Michel Bernard. Al oír su nombre se estremeció; evidentemente ahora comprendió  quien era. ¿Cómo no había caído que aquellos ojos color del mar?que durante años la persiguieron en sus sueños. Nathalie no lo reconoció, habían pasado más de diez años; pero no comento nada del encuentro esa misma mañana con él. De ahí se fue a la farmacia, compro alcohol, gasas y algunas cosas más imprescindibles allá donde se encontraba la mansión en lo alto de la cumbre prácticamente aislada. Solamente había tres casas más junto a la mansión de sus abuelos. Una vez de vuelta su mente retrocedió atrás; se conocían desde niños, al verlo esa mañana no lo reconoció, aparte que solo estuvo pocos minutos en el porche de su casa.

LA MANSIÓN EN LA COLINA III PARTE...


III Parte
Pareció insensible, distante y no era el mismo que ella conoció años atrás.Tras el accidente mortal de su madre, el posterior suicidio del padre que nunca supero el dolor de  perder a su esposa; Jean Michel desapareció y nadie sabía su paradero hasta su llegada en primavera, según había comentado Antoinette. Cuando se despidió de  Antoinette, le encargo si su nieta Lucie podría pasar por casa para ayudarla en la limpieza. Lucie, era una joven encantadora, siempre dispuesta; era estudiante, pero un dinero extra le vendría de maravilla Al acercase de nuevo a la colina vio de nuevo a Jean Michel; salió del coche sin echar un ojo hacia atrás y se dispuso a poner la lavadora con las sabanas. Estaba confusa, ahora comprendía esos ojos color del mar fríos como el hielo, tanto que helaban el alma. El timbre de la puerta sonaba con fuerza, de pronto pensó lo rápido que llegaba la compra de la tienda. Se acerco a la puerta para abrirla; frente a ella se encontraba Jean Michel. Se quedo sin respiración, cuando reacciono pasaron unos instantes sin palabras; le interrogo con la mirada. Se encontraba delante de ella con unas flores silvestres disculpándose por su comportamiento brusco hacia ella esa misma mañana. Nathalie le invito a que entrase, el ya se había dado la media vuelta sin contestar nada. ¿Qué había pasado en su vida? ¿Qué secreto escondía bajo esa apariencia fría? Jean Michel fue un joven alegre, lleno de vida y entusiasmo, atento  con todos. Incluso en la adolescencia se enamoro locamente del, sus ojos color del mar le atraían como un imán. Su padre era el dueño de un barco  pesquero. Jean Michel acompañaba a su padre de vez en cuando y quizá el nunca se atrevió a declararse por la posición social de su familia. Nathalie percibía a través de su mirada que el también estaba enamorado. Jean Michel había cambiado mucho; se dio cuenta  de sus primeras canas. Sabía que era algunos años mayor que ella; cuatro o cinco; pero esa frialdad la desconcertaron. Era alto, rubio  delgado; sus manos grandes estaban bien cuidadas ¿Por qué había vuelto a sus orígenes? Nathalie continuaba pensando en este reencuentro insólito. Almorzó una ensalada compuesta junto con un filete a la plancha y un vaso de leche; las  cosas encargadas habían llegado de la tienda puntualmente. Mordiendo una manzana  se dirigió hacia el acantilado. Sentándose sobre una roca admiro de nuevo la mar. Las olas golpeaban con fuerza más abajo quedándose un buen rato respirando el salitre del mar. Recordaba cómo sus abuelos les prohibían bajar hasta abajo para darse un baño; demasiado peligroso incluso en marea baja. Junto a sus hermanos y Jean Michel se bañaban en “Bougeles” o en “Port- Blanc”, Un pueblecito pesquero a unos kilómetros en bicicleta. Más adelante se encuentra “Porz-Hir” más suave. Es un litoral salvaje de una extrema belleza. Las casas adosadas a la roca forman un único cuerpo con ella. Se encuentran encastradas en el granito con postigos blancos. ¿Cuánto habían disfrutado en esas vacaciones escolares? Jean Michel y ella eran inseparables a pesar de su corta edad; al llegar a la adolescencia estaban aun más unidos. Estudiaron los dos en “Brest” Jean Michel no deseaba seguir la trayectoria familiar en la mar. Había visto a su madre llorar más de una vez cuando desparecía algún barco. Hasta que desapareció sin despedirse de nadie después de aquel trágico suceso. ¿Lo echó tanto de menos? ¿No comprendía el porqué ni tan siquiera un mensaje? Poco a poco su imagen se desprendió de ella, nunca sus ojos. Por supuesto hubo algunos pretendientes, pero Nathalie se concentro exclusivamente en sus estudios. En Paris conoció a un profesor y salieron durante unos meses; rompió con el ya que esa relación no le aportaba lo deseado. Ella era muy tradicional, algo chapada a la antigua; quizá fue debido a la educación recibida. Sus abuelos aceptaron mal el divorcio de su madre; nunca entendieron él porque. Ellos que saltaron barreras familiares para preservar su amor. Su abuela era hija de un Lord británico; su abuelo un teniente en la marina de su majestad durante la II guerra mundial. Tardo mucho en perdonar ese matrimonio; la reconciliación llego a raíz del nacimiento de su única hija, su madre llamándola Anne como su bisabuela. Se escaparon de Inglaterra poco después de la liberación de Francia por las tropas aliadas. En aquel bullicio liberador aprovecharon la ocasión y cruzaron la “Manga”, que los separaba con Francia. Ella estaba prometida en contra de su voluntad, con el hijo de una poderosa familia que, hicieron fortuna en la India. Con el abuelo fue un amor a primera vista, un volcán de pasión mutua que duro una larga vida. Fallecieron los dos con quince días de distancia. Ahora se encontraban reunidos para siempre en la eternidad. Estaba perdida en sus pensamientos la mirada perdida en la mar. No se había percatado que alguien se encontraba detrás de ella. Jean Michel la observaba atentamente sin soltar una palabra; sentándose junto a ella en silencio. Nathalie rompiendo el silencio dijo en voz alta ¿recuerdas? ¿Era nuestro lugar favorito?Jean Michel asentó con la cabeza y siguieron observando la mar. Cada uno se fue a su casa sin soltar palabra. Dos días después era el cumpleaños de Nathalie; haría un bizcocho relleno de arándanos salvajes que abundaban en su parque detrás de la casa. Este año lo celebraría sola; puso una botella de champan a enfriar en el frigorífico y se puso a escribir. El timbre de la puerta volvió a sonar con fuerza y el corazón se acelero rápidamente. Su perrita “loulou” ladraba en la puerta, se arreglo el pelo y fue directa a la puerta. Al abrirla no había nadie; pero cuando iba a cerrarla vio en el suelo un ramo de flores. Una tarjeta con feliz cumpleaños firmada Jean Michel. Nathalie se emociono hasta las lágrimas; a pesar del tiempo transcurrido no había olvidado el día de su cumpleaños. Dudo unos momentos en correr a su encuentro y darle las gracias. Se detuvo en su impulso; ya dentro de casa no sabía  qué hacer. Preparo la comida con nerviosismo; ella que llego pensando en la tranquilidad del lugar, esto le creó cierta inquietud. Una vez tranquilizada decidió acercase hasta la casa de Jean Michel y darle las gracias; era lo mínimo por el detalle de las flores. Se encontraba en el porche fumando una pipa; lo miro de frente y le pareció ver una sonrisa en sus ojos. Estaba bien afeitado, más que otras veces y no parecía el mismo, algo había cambiado. Con un pantalón vaquero, una camiseta de rayas al estilo marinero estaba excepcionalmente impresionante. Su rostro tostado por el sol y el aire del mar daban un toque final que conmovió su corazón; dándose cuenta que la llama del amor nunca se apago. Se había cortado la melena que estaba algo desaliñada y podía respirar el perfume de Armani. Sus manos estaban sudorosas, las piernas temblaban y el corazón iba a estallar de impaciencia. Sin pensarlo dos veces lo invito a compartir el almuerzo que iba a preparar; la observo sin parpadear aceptando, ella se ruborizo pasablemente. Le dijo que para la una estaría todo preparado y lo esperaba. Bajo al sótano a buscar una botella de un buen vino para acompañar el “rosbic” de carne de vacuno del país junto a un puré de manzana. Antes preparo una buena ensalada y saco los quesos del frigorífico. Esta vez almorzarían en el comedor disponiendo un mantel de un blanco impecable, con las iniciales de los abuelos. Automáticamente levanto el rostro, enviando un beso al cuadro de sus abuelos haciéndoles un guiño. Saco la vajilla de porcelana fina, las copas de cristal de bohemia, corto el pan. Apenas había terminado que de nuevo el timbre de la puerta suena.