jueves, 25 de abril de 2013

LA MANSIÓN EN LA COLINA I PARTE...


I PARTE
Nathalie Lafond, se  dirigía en su coche  hacia la casa de sus abuelos ya fallecidos situado en un rincón de la “Bretaña francesa” La carretera estaba serpenteada y llovía a mares. Era a principios del verano, pero con el calor de los días pasados se desato una gran ventisca junto a la tormenta. Justo le había pillado cuando tomo el sendero camino hasta la cumbre que, la llevaría hasta la mansión. La mansión estaba situada cerca de un acantilado con unas vistas hacia el mar impresionante. Antes de la tormenta Nathalie admiraba el bello paisaje tan conocido y espectacular de aquel rincón francés. Se encontraba situado al norte de la Bretaña y, estaba formado por un mosaico de campos, landas y bosques. Más adelante un enclave que se antoja caprichoso, debido a la gran cantidad de acantilados que decoraba el litoral; aquel lugar desprendía magia. De un verdor y de una belleza espectacular con sus paisajes abruptos. Se encontraba llena de entusiasmo, una intensa emoción la envolvió por volver por aquel lugar,  por la casa de sus abuelos maternos que tantos recuerdos tiernos guardaba en la mente. Allí paso una gran parte de su infancia junto a sus dos hermanos. Sus padres se divorciaron cuando aún era una niña. Su padre; ingeniero de puentes y caminos pasaba largas temporadas fuera de Bretaña, haciendo que la pareja se distanciara y terminarían de esta forma. Su padre  se volvió a casar y como la mansión de los abuelos era muy grande se instalaron junto a ellos. Era una mansión de tres pisos construida de piedra y con tres hectáreas de campo, donde los arboles rosales abundaban junto a árboles frutales. El jardinero de sus abuelos lo cuidaba con cariño y esmero. De vez en cuando durante su ausencia del pueblo. François  un hombre ya jubilado que vivía una casa más abajo cuidaba del jardin; Nathalie le pagaba por mantener el jardín intacto. Desde la terraza la mirada se evade hacia el litoral recortado y, sobre una alfombra de islas Plougrescant; todo un monumento patrio hecho por la naturaleza. Su madre entro en una profunda depresión a raíz del divorcio; los abuelos se hicieron cargo de ella y sus dos hermanos. Estudio en “Brest”  magisterio; tenía muy claro que lo suyo era la enseñanza. Saco excelentes notas y se dispuso a pasar las oposiciones tocándole un puesto de enseñanza en Paris. La ciudad de Paris la fascinaba y ella deseaba su total independencia económica, como la personal. Su madre no salía de su apatía, tampoco puso empeño en ello. Le concedieron una plaza en un instituto en la periferia norte de Paris, los fines de semana se acercaba hasta su Bretaña natal.  Su coche de segunda mano, un Peugeot 207 comprado a crédito a pesar de la protesta de su madre. Los abuelos habían dejado una enorme fortuna y su madre deseaba darle los caprichos necesarios. Nathalie  tenía claro cuáles eran sus metas; quería demostrar que podía valerse por sí misma. A primera vista Nathalie parecía un ser frágil; en eso se parecía a su abuela de origen británico. Eran idénticas; menuditas con ojos azules y el pelo ondulado de color pelirrojo, unas pecas en el rostro le daban un aire angelical. Su piel blanca y sedosa, su tono de voz dulce y a la vez firme. Lo necesitaba, ya que el instituto que ejercía en Paris se encontraba en un barrio conflictivo, debido a las bandas formadas por jóvenes franceses de familias desechas por los maltratos familiares y el alcohol; del otro lado jóvenes de color y razas diferentes, los enfrentamientos eran continuos. Nathalie fue contundente con ellos; no iba a tolerar el incivismo de algunos, la intolerancia y la violencia gratuita; ganándose el respeto de los profesores y alumnos. No comprendía como esos jóvenes podían odiarse de esa manera; ella detestaba la violencia fuese cual fuese el motivo. Terminado el año escolar y llegando el verano; preparo su coche rumbo a Bretaña. Ropa de verano más alguna chaqueta de lana; las noches eran  bastante frías debido a la cercanía del mar y a la altura donde se encontraba la mansión. Otros años alquilaba el resto de habitaciones a profesores o amigos; luego en el comedor se reunían para comer, charlar alrededor de la chimenea con una copa de vino. Este año no lo hizo; deseaba encontrarse sola para escribir una novela basada en la historia real de sus abuelos.

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