Esta semana hemos
empezado un taller “De los afectos” Junto a dos amigas fuimos a la casa de
cultura, estábamos intrigadas que, ¿podría ser? Nos recibe una persona de la
casa de cultura junto a la que será por varias semanas nuestra profesora. “Mafalda”,
así se llama, una joven con una mirada dulce y un cuerpo de bailarina. A mí personalmente
me hizo gracia el nombre, pero resulto ser una persona entrañable, amable y
cariñosa. Nos cuestiona sobre las razones que nos lleva para asistir a este
taller. Después de escucharnos a cada una de nosotras, llegamos a la conclusión
que cada una de las participantes nos encontrábamos con el mismo problema.
Antes les comento que las que participábamos, éramos mayores de 60 años. Para
concluir que todas sin excepción teníamos problemas para expresar nuestros
sentimientos. Comprobamos juntas que nadie nos había enseñado a demostrar los
sentimientos y, llegamos a la conclusión que era debido a la época de
dictadura, de disciplina tanto dentro de casa, como fuera. Que fueron años durísimos
para todos, donde las emociones se encontraban reprimidas. Fue entonces cuando
la joven profesora de origen portugués nos indico que a través de la gimnasia emocional
del cuerpo, de la palabra nos iba ayudar a desbloquear emocionalmente, a perder
el sentido del ridículo y de esta forma poder expresar libremente todo. Después
de más de una hora de expresión corporal, de danza, de palabras de admiración hacia
las demás terminamos la primera sesión encantadas. Hubo mucha emoción, alguna
lagrima, abrazos, un te quiero sincero y
fue realmente positivo. Salimos relajadas y risueñas, con ganas de volver de
nuevo. Fuera en la calle nos preguntábamos de donde éramos, unas del sur de
España, otras de aquí del país vasco. Coincidiendo en lo mismo, emociones
reprimidas, faltas de afectos. Yo, reflexionaba sola en casa que las emociones
son fundamentales en la vida humana. Que pasamos por distintos estados emocionales
a lo largo de nuestra vida (alegría, miedo, inseguridades, odio, culpa y un sinfín
de cosas más… ¿Cuántas veces había reprimido?, mis sentimientos en un sentido u
otro y, que nuestras emociones tanto negativas, como positivas han influido en
los que nos rodeaban, sobre todo con los hijos: pues ellos a su vez toman el
mismo patrón que sus progenitores. Llegando a la conclusión que si se hubiesen
bien transmitido, quizá no hubiesen llegado a ciertas consecuencias. También he
de decir<<que ser madre>> es una profesión que aprendemos con la
vida. ¿Que no existen padres perfectos?, ¿tampoco hijos perfectos? Menos mal
que a menudo actuamos con intuición e inteligencia: que lo ideal es conseguir
que tanto la razón como los sentimientos y las emociones vayan siempre de la
mano. Que te das cuenta para tu felicidad que si no pones barreras entre los
sentimientos y tú forma de actuar, nos encontraremos más relajadas, más
receptivas y los demás verán en tu persona, una persona de trato agradable en
la que pueden confiar. Que la vida no empieza y termina en uno mismo. Que además
de valorar los sentimientos propios, hay que tener en cuenta los de los demás.
Intentar ponerse en el lugar del otro, intentando entenderlos nos ayudara por
supuesto a relacionarnos con todos los que nos rodean. Y, sobre todo un abrazo,
una sonrisa rompe cualquier barrera dejando el corazón libre para expresarse,
mejorando positivamente tu relación con los demás. Estar despierto a las
emociones de la persona con la que comunicamos, es un componente eficaz,
esencial. Nuestras emociones hablan de nosotros y lo que sucede importante para
nuestras vidas. Y, finalmente comprender el origen de nuestras emociones, haz
caso a tus corazonadas, tus intuiciones…te ayudara a encontrar la verdad.
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