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San Sebastián |
¡Qué razón tenía mi
madre! cuando se refería al mes de febrero. Ella, me solía decir, hija, <<llega
febrerillo loco>> Efectivamente es un mes loco, loco. Hace varias semanas
que nos encontrábamos en alerta: fuertes rachas de viento acompañado de
incesantes lluvias, viendo a cada paso aquí y allá paraguas destrozados por el
viento. Según la radio, llevábamos 36 días de lluvias torrenciales; ríos desbordados,
casas inundadas, tierra del monte desprendida en plena autovía y, lo peor las
cosechas destruidas por las inundaciones. Sin embargo este lunes día 11, tenía que salir. Por supuesto no
faltaba a la regla el desastre del tiempo poco clemente. ¿Vamos? de no poner un
pie fuera. No se me apetecía salir, pero tenía cita con mi dentista y no tuve
más remedio que enfrentarme al día, sacarle valor y salir a la calle. Mi
dentista, tiene su consulta al otro extremo de la ciudad. Me abrigue bien con
mi chamarra para la lluvia; ¿tanto que parecía un oso polar? La temperatura era
de 4 grados y el viento soplaba con fuerza, a eso lo adjuntamos la lluvia:
¿total que llegue empapada de agua y muerta del frio? Al salir del dentista me
subo en el autobús hasta “El Boulevard” de ahí pensaba coger otro que me
llevase hasta mi casa. Una vez sentada, observaba por el cristal del autobús el
panorama. Llega el momento, en el que alcanzamos la playa de “La Zurriola” Al
cruzar el puente del “Kursal” el espectáculo era impresionante: la mar estaba
desencadenada y, las olas eran de miedo. Con el viento que soplaba, las gotas del agua llegaban hasta el autobús
al cruzar el puente. Al mismo tiempo observaba desde el autobús el “Paseo Nuevo”
cerrado a los transeúntes debido al peligro. Al bajar del autobús, por unos
minutos había cesado la lluvia. Sin pensarlo dos veces fui hasta “El Peine de
los Vientos” en el otro autobús. Se encontraba cerrado igualmente y vigilado
por la policía. Cerca podía fotografiar con mi teléfono móvil. La marea estaba
subiendo cada vez más y, mis manos no las sentía del frio. Eran las 18h00, casi
no había luz del día, salvo un rayo de sol a lo lejos que, plasme con mi cámara.
Eran tantas las emociones que recorrían por mi cuerpo. Todas unas series de emociones
entremezcladas, era imponente de belleza, miedo al mismo tiempo y la adrenalina
subía cada vez más: más cuando una ola llega hasta mí dejándome empapada. Seguía
a pesar de todo fotografiando, ¡en cada ola la emoción era más fuerte! ¡Tanto
que, por un momento se me olvido que estaba empapada! Hasta que ya, si que empecé
a sentir el frio, decidiendo volver a casa. Era casi de noche, las manos
estaban amoratadas y, la nariz roja goteaba. Me dispuse a coger el primer autobús
hasta mi barrio. Al llegar, la casa estaba calentita me reconforto de las
emociones y del frio, había dejado la calefacción encendida. Me dispuse a tomar
una ducha caliente, antes me tome un chocolate caliente: me quite la ropa y el
calzado mojado. En la ducha desfilaban una y otra vez las olas; esa noche
llegaron hasta 9 metros. ¡Al irme a la cama estaba tan relajada que me quede
enseguida dormida! Al día siguiente llovía todavía más fuerte, había bruma y el
paisaje apenas se divisaba. Con mi cámara, de nuevo volví al mismo lugar: allí me
esperaba el mismo espectáculo. La playa parecía un vertedero de basuras,
troncos de árboles, piedras y toda clase de porquerías. La noche anterior las
olas saltaron fuera de la playa, podías ver la arena en las aceras. Llegue un
poco pronto, la noche iba a caer enseguida, con la bruma apenas había luz del día.
Hice varias fotos, el frio era gélido, apenas 3 grados de temperatura. Algunos fotógrafos
llegaban con sus cámaras y teleobjetivos, esperando la ola gigante, para que quedara
plasmada. Fue espectacular nuevamente; pero regrese enseguida a casa, hacia
mucho frio. Ya hoy día 14, hace mejor día, incluso el sol se atreve a salir tímidamente.
¡Uf, cuantas emociones en dos días!
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Olas en el Peine de los Vientos |
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Olas Golpeando |
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La Mar revuelta |
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